domingo, 31 de enero de 2010

Cuento 3


He corrido una aventura. Creía que a mis años este tipo de actividades ya estaban desfasadas para mí, pero parece ser que no existen edades concretas para ello. Vuelves a ser una niña sin problemas y disfrutas del cuento en el que te sumerges, para cuando termina volver de nuevo a esa vida rutinaria y normal, esa vida tranquila pero a veces desesperante e insatisfactoria.

Viaje durante leguas y leguas para llegar a ella, la ciudad de la Alegría, de la esperanza y la ilusión. Tantas veces me habían hablado de ella que mi anhelo por llegar acentuaba el nerviosismo provocado por el transporte utilizado, un Surcador del cielo un tanto quejoso, pues eran constantes sus chirridos y movimientos bruscos.

Al llegar a mi destino escale la montaña para poder observarla desde las alturas y recibir una visión plena y apoteósica de la ciudad soñada. Mis ojos abiertos contemplaron su esplendor en forma de altas torres que se alzaban hacia el cielo intentando alcanzarlo formando inteligentes figuras simétricas que imprimían un aspecto ordenado y continuo, para luego pasar al desbarajuste de las antiguas formas, alocadas y dispares pero en conjunto armoniosas. Que magnífica ciudad!!!!.

Descendí entonces preparada para atravesar sus puertas y adentrarme en sus calles, nerviosa pero expectante.

Recibimiento glorioso, que casi inunda mis ojos de lágrimas ante el calor de la acogida. La ciudad abrió sus brazos y me llevó con ella.

Me enseñó sus calles repletas de trovadores recitando poesía mientras flores y más flores inundaban mi nariz con deliciosos aromas. Me enseñó sus balcones donde los habitantes se congregaban esperando ver llegar sus seres queridos. Me enseñó su familia, noble y venerada. Me enseñó su castillo, su música, su vida, sus viandas, incluso fui testigo de la muerte del dragón a manos de la espada, atravesando su cuerpo mientras los huesos de sus víctimas se esparcían. La ciudad se mostró ante mí envolviéndome en su suave abrazo mientras me llevaba de un lugar a otro.

Disfrute de los placeres que me otorgó sintiéndome constantemente halagada, protegida y en deuda por no poder expresar la suficiente gratitud. Gracias, Gracias, mi ciudad soñada.

Hoy escribo estas letras mientras de nuevo un Surcador del cielo, bastante menos quejoso que el anterior me lleva de vuelta al hogar.

Quizás algún día consiga volver, conservaré los recuerdos, siempre los llevaré conmigo para cuando los malos momentos vuelvan, reconfortarme con los mismos pensando en que una vez llegué sola a una ciudad desconocida y me quiso sin más.

domingo, 24 de enero de 2010

Cuento 1


Me siento en la cama desnuda, mientras observo como su ejército se despliega. Poderoso ejército, con arqueros en sus manos, dedos infinitos como flechas llameantes dispuestas a ser lanzadas. Caballería pesada, en una lengua que se relame de gusto cuando observa a su presa, y un implacable ariete dispuesto a atravesar las puertas de mi cuerpo.

La multitud de mis neuronas clama enloquecida, la aldea grita por la llegada del conquistador, chillan enardecidos erizando mi piel al ver como se acerca dispuesto a comenzar su ataque. Miro los ojos de mi caballero implorando su conquista y sabiendo, vislumbrando lo que va a ocurrir.

Los aldeanos se congregan en los diferentes puntos de mi cuerpo, ya noto como el rió fluye antes si quiera de la primera embestida.

Y comienza, la guerra.

Sus dedos buscan con rapidez mis turgentes senos mientras muerde mi cuello con suavidad exquisita, aprieta mis pezones y los retuerce hasta provocarme un dolor placentero. Las montañas de mi cuerpo rugen enfurecidas mientras su lengua inunda mi boca. Sus dedos recorren mi cuerpo, suavidad absoluta, acaricia mis muslos mientras los separa para descubrir la puerta principal, mas solo uno de sus arqueros roza mi clítoris, perverso bufón de adelanto, enviado por el noble cruel y deseado. El rió fluye, pues los mordiscos se trasladan a mis pezones erguidos emulando su poderoso ariete y los gemidos inundan sus oídos ya que el valiente arquero penetra en la ciudad para salir de inmediato. Entra, sale, entra, sale, las neuronas lo reciben, los aldeanos comienzan a procesar devoción y la fe disminuye. El arquero descarado visita mi clítoris en su constante ir y venir y mis uñas se clavan en el cuerpo del Paladín adorado.

“Mi caballero, ven a mí, muéstrame tu ansiado y anhelado ariete, golpea las murallas, destroza los cimientos que la sustentan”.

El caballero sobre mi cuerpo, envía la caballería pesada donde antes el arquero estuvo, mientras su ariete penetra en la puerta del este y es devorado por ella con avidez. El sabor de los azules inundan mis papilas gustativas, saboreo el poder del conquistador mientras él prueba la sensación del fluir de mis ríos. El caballero disfruta, mi lengua recorre su miembro para luego succionarlo con avidez, responde de inmediato embravecido y sediento, quiere ahogarme.

Noto como el cielo resplandece, la explosión repentina ilumina la batalla “Caballero, Caballero, Mi Paladín” jadeo con fuerza.

La conquista es evidente, por lo que me presto complaciente a recibir a las tropas, los fuegos iluminan el horizonte y es entonces cuando tomo yo las riendas y galopo mientras el azul penetra en mi ciudad. Azul, azul en mi interior.

Imito a los arqueros burlones con los míos propios, sigo galopando, siento su poder.

Poderosa.

Aprieta mis nalgas con firmeza para ayudarme, busco sus ojos, su mirada me traspasa, disfruta como yo de la conquista y vuelven las explosiones, esta vez más profundas e intensas.

Susurro en sus oídos palabras incomprensibles pues soy incapaz de articularlas, monosílabos largos que se repiten constantemente.

“Mi precioso y valeroso Caballero, ahora conocerás todos mis secretos, todas mis puertas, descubre la otra, aquella oscura y recóndita, tu sabes cómo hacerlo, finaliza la conquista, intérnate en lo profundo del escondrijo y derrama todo tu poder sobre él”

El conquistador me voltea sobre la cama y siguiendo mis indicaciones descubre una nueva puerta, despacio, muy despacio, se adentra, placer infinito mientras sus manos recorren mi espalda.

Pum…….. pum…….pum…..pum pum pum pum pum, FLUYE MI HEROE.

Antiopia