He corrido una aventura. Creía que a mis años este tipo de actividades ya estaban desfasadas para mí, pero parece ser que no existen edades concretas para ello. Vuelves a ser una niña sin problemas y disfrutas del cuento en el que te sumerges, para cuando termina volver de nuevo a esa vida rutinaria y normal, esa vida tranquila pero a veces desesperante e insatisfactoria.
Viaje durante leguas y leguas para llegar a ella, la ciudad de la Alegría, de la esperanza y la ilusión. Tantas veces me habían hablado de ella que mi anhelo por llegar acentuaba el nerviosismo provocado por el transporte utilizado, un Surcador del cielo un tanto quejoso, pues eran constantes sus chirridos y movimientos bruscos.
Al llegar a mi destino escale la montaña para poder observarla desde las alturas y recibir una visión plena y apoteósica de la ciudad soñada. Mis ojos abiertos contemplaron su esplendor en forma de altas torres que se alzaban hacia el cielo intentando alcanzarlo formando inteligentes figuras simétricas que imprimían un aspecto ordenado y continuo, para luego pasar al desbarajuste de las antiguas formas, alocadas y dispares pero en conjunto armoniosas. Que magnífica ciudad!!!!.
Descendí entonces preparada para atravesar sus puertas y adentrarme en sus calles, nerviosa pero expectante.
Recibimiento glorioso, que casi inunda mis ojos de lágrimas ante el calor de la acogida. La ciudad abrió sus brazos y me llevó con ella.
Me enseñó sus calles repletas de trovadores recitando poesía mientras flores y más flores inundaban mi nariz con deliciosos aromas. Me enseñó sus balcones donde los habitantes se congregaban esperando ver llegar sus seres queridos. Me enseñó su familia, noble y venerada. Me enseñó su castillo, su música, su vida, sus viandas, incluso fui testigo de la muerte del dragón a manos de la espada, atravesando su cuerpo mientras los huesos de sus víctimas se esparcían. La ciudad se mostró ante mí envolviéndome en su suave abrazo mientras me llevaba de un lugar a otro.
Disfrute de los placeres que me otorgó sintiéndome constantemente halagada, protegida y en deuda por no poder expresar la suficiente gratitud. Gracias, Gracias, mi ciudad soñada.
Hoy escribo estas letras mientras de nuevo un Surcador del cielo, bastante menos quejoso que el anterior me lleva de vuelta al hogar.
Quizás algún día consiga volver, conservaré los recuerdos, siempre los llevaré conmigo para cuando los malos momentos vuelvan, reconfortarme con los mismos pensando en que una vez llegué sola a una ciudad desconocida y me quiso sin más.