sábado, 25 de junio de 2011

QUÉMATE


Siempre se ha dicho que el juego, resulta peligroso, sin embargo, que divertido y placentero puede llegar a ser.

Era la primera vez. Nervioso pero expectante se acercó a la mesa, observó a los jugadores, todos parecían concentrados, fríos e inmutables. Sus manos sostenían las cartas con firmeza.

“Que seguridad”, pensó, los nervios comenzaron a jugarle una mala pasada y todo su temple se desmoronó, le pareció que aquella primera impresión había resultado premonitoria y comenzó a darse la vuelta, pero entonces, le vio.

El Gran Maestro, aquella a la que nunca habían vencido, la Leyenda.

Desde el primer momento sus ojos fueron cautivados por la figura hermética e inalcanzable, una imagen, cuya confianza impresionaba, dominando por completo la partida e incluso todo el entorno restante. Tranquila y serena realizaba sus jugadas maestras mientras los demás contrincantes caían de uno en uno. Impasible.

El Maestro reparó en él.

-¿Quieres jugar?”-, le preguntó.

No fue capaz de rechazarle, su embrujo le embargó, dándose cuenta de pronto que estaba sentado.

La partida comenzó, las cartas se sucedían, resultaba sencillo aclimatarse a aquella atmósfera, era divertido, empezó a sentirse cómodo, ganando terreno su confianza. Consideraba que su instinto no fallaba, había algo en él que los demás no poseían, al fin y al cabo, era la primera vez, y estaba sentado en la mesa del maestro.

Se sentía satisfecho, continuaba jugando, el número de participantes cada vez era menor. Algunos, perdían, otros, simplemente, no querían seguir jugando, derrotados ante el implacable Maestro, asumían el abandono a tiempo. Hasta que por fin quedaron los dos, frente a frente.

“Si consigo ganar esta partida seré el mejor” pensó. Sus manos sudaban, los nervios comenzaban a traicionarle, el maestro en cambio continuaba serena observándole.

La jugada llegó, “Increíble, con esta mano no puedo perder”, no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa de triunfo.

Destapo sus cartas, satisfecho y plenamente convencido de su conquista, miro a la Leyenda, pensando en cómo asumiría la derrota frente a un principiante, y le sorprendió. “¿Porque sonríe?”.

Poco a poco las cartas del maestro fueron apareciendo. “No puede ser, me ha ganado, pero si yo creía…..”. Se levantó de la mesa y empujo esta con todas sus fuerzas. “Maldita sea”.

El enfado era monumental, cartas y mesa por los suelos acompañadas de algunas sillas volteadas, pero el maestro, continuaba sonriendo, estoica, sin inmutarse.

El enojo desapareció, las sillas volvieron a su posición, las cartas de nuevo sobre una mesa y la sonrisa del maestro fue correspondida.

-¿Quieres aprender?-, dijo el Maestro.

-Claro-, respondió el Aprendiz.

Y la pira comenzó a arder.


domingo, 5 de junio de 2011

INSURRECCIONES MÉDICAS



Alguien me dijo un día que no había permitido a mis heridas transformarse en callos.

En realidad, mis heridas no se han convertido en nada, siguen ahí, exactamente igual a cuando fueron inflingidas.

Durante algún tiempo intente curarlas, los médicos sencillamente me dijeron que debía ser algún problema con las plaquetas, la coagulación falla, pero toda esa teoría se vino abajo cuando al aparecer nuevas, mis plaquetas funcionaron a la perfección y desaparecieron.

Así que, me atiborraron a pastillas y antibióticos, haciendo un intento desesperado para evitar que las antiguas se infectaran.

Aquella medicación consiguió sus frutos, impidió la contaminación del resto, pero ya se sabe que todo tratamiento tiene efectos secundarios. Consiguieron que olvidara, creando un gran muro de piedra maciza, una cárcel maldita en la cual encerraron mi esencia vital.

Olvídate de todo, me decían, olvidando se es más feliz.

Que incongruencia. Si olvidas, no recuerdas y si no recuerdas ¿Qué es lo que queda?.

Me olvidé de todo. Del tiempo, no obstante creo que fue más bien él quien se olvido de mí, dejándome en el limbo del desconocimiento. Incluso hasta de mi misma, sin embargo no sabía cómo hacerlo pues se me había olvidado cómo se olvida.

¿Qué es mejor, ser tu misma la que olvida u olvidar que los demás olvidan?.

No lo sé, lo olvidé.

Transformada en un zombi me encaré de nuevo al mundo. No sirvió de nada. Mi esencia vital golpeaba las paredes de su encierro, luchando por su libertad. Golpes y más golpes, llamando constantemente, martillo destructor, machacando sin cesar, rogando por su rescate. Hasta que un día, consiguió abrirse paso.

El batacazo es tremendo. Toda una montaña se viene abajo, mientras tú contemplas inmóvil, sintiendo como te arrastra ese amasijo de sentimientos y sensaciones, transformados en piedras, rocas y tierra. Avalancha de recuerdos.

Deje la medicación, deje de escuchar a los médicos, contemple mis heridas abiertas y comprendí que viviríamos juntas para siempre.

Sangran todos los días. Noto mi corazón bombeante, motor increíble que me mantiene viva. Echo un vistazo a esa sangre que fluye y se escapa, dejándome hechizar por ese rió encarnado que se forma sinuoso, perdiéndose para siempre en profundidades abismales a las que no consigo llegar.

Aunque, la mayor parte del tiempo, intento fijar mi vista en las partes de mi cuerpo sanas aun.