jueves, 29 de septiembre de 2011

¿INCONGRUENCIA?

No me pidas que te mire, porque si lo hago, me perderé en tus ojos, consiguiendo hipnotizarme, sumergiéndome de nuevo en las cálidas aguas de tu mar azul, ahogándome, y volveré a creer, a tener esperanza, y la esperanza llevará a la ilusión, y la ilusión a los sueños, esos en los que construyo un Pegaso que acude a socorrerme, sacándome de las profundidades para surcar los cielos, mientras el mar bajo mis pies sigue llamando, tu heraldo, tu mensajero, aquel que yo crearé y bautizaré, como si formara parte de ti, e imaginaré que me lo envías como un regalo, un presente que me acerca al fondo de tu alma.

No me pidas que te mire, porque si lo hago, me olvidaré de todo, las invenciones se tornarán verdades, pesadillas que a veces interferirán el vuelo del salvador, como si de simples nubarrones a esquivar se trataran, y ni siquiera los vería, seguiría mi camino hacia anhelos imposibles, que se volverían posibles, convirtiéndose en ciertos, y el terrible pavor que infunde la incertidumbre se desvanecería, y seguiría hacia delante montada en tu luz, mi luz, pero la transformaría en tuya, para llenarme de fe ciega, de esa que no deja ver más que los rayos que ella misma proyecta.

No me pidas que te mire, porque si lo hago, construiré una coraza para no escuchar al viento susurrarme, ni notar a la lluvia mojarme, o al frio granizo aporreando mi cabeza, pequeños golpecitos sobre mi armadura, toc, toc, toc, no, no , no, no le mires, todos ellos pasaran de largo sin disuadirme, sin conseguir diezmar mi voluntad exclusiva de tus ojos, lo que hiciera falta por continuar en ellos, coraza que será armadura y de nuevo la guerrera cabalgando hacía la victoria prometida y que en un momento dado luchará contra los elementos para que ellos mismos, se dobleguen, hasta que sus susurros sean los soñados, el viento, la lluvia, el granizo, todos hablaran de ti, conseguiría hasta que el clima fuera tu aliado.

Pídeme que te mire, porque si no lo haces, nunca volverán los caballos alados, no podré inventar maravillosas historias, donde Blanca Nieves contrariadas esperan príncipes extraviados, mientras las manzanas se pudren en sus entrañas, ni siquiera seré una reina del caos, sin reino, ni vasallos, y los caballeros no acudirán en mi ayuda para conquistar ciudades de nombres evocados, no tendré quien empuje el columpio de los sueños y se apagarán, poco a poco, sin poder ser contados.

Y te seguiré echando tanto de menos. A ti, y a tus mentiras.

lunes, 19 de septiembre de 2011

EL GARBANZO DE UN COCIDO

Voy camino de un lugar, acompañado de un bate de beisbol.

Me lo tuvieron que dejar, ni siquiera sabía donde conseguir uno, nunca he jugado a ese deporte, en mi barrio sólo existía el futbol y como mucho, el baloncesto, si algún niño de otro barrio aparecía con un balón que botara lo suficiente.

Extraño deporte el beisbol, de un país a miles de kilómetros de aquí, aunque no tan lejano, las reuniones lo acercan un poco cuando nos cuentan la cantidad de gente, que como nosotros, vive harta de esta situación, hartos del paro, de los políticos corruptos, de cómo se enriquecen siempre los mismos mientras los demás, nos sumimos poco a poco en la pobreza.

Eso fue lo que me contaron cuando hacía cola frente a la oficina del Inem, esperando ese trabajo que nunca llega, esperando una respuesta amable y dejar de ser el 125, o el 214, o el 16, cuando me levantaba muy, muy temprano y conseguía estar de los primeros en la cola, aquella inmensa cola que nunca parecía tener fin, enorme el primer día, inmensa el segundo y así día tras día, más grande.

¿Quieres cambiar las cosas?, como no voy a querer, en mi casa no entra un sueldo desde hace más de un año y las perspectivas no son nada alentadoras, subsistiendo a base de chapuzas de aquí y allá, con un banco que corre detrás de ti como si fueras un delincuente, toda la vida pagando para que en menos de un mes te conviertan en nadie, pero si el director siempre era amable conmigo, cualquier cosa que cambie será para mejor, ya nada puede ir a peor.

Mi mujer discute todos los días, los niños piden y yo no puedo hacer nada, esperar y esperar en la cola, mientras llega el día en el que mi casa no será mía. Al menos ellos me escuchan, me hacen compañía, muchos tienen los mismos problemas que yo, otros no, sin embargo se preocupan por los que no tenemos esperanza, nos la dan, porque conseguirán cambiar las cosas, me lo han prometido.

A veces discuten sobre historias que no entiendo muy bien, charlas un tanto aburridas sobre un tipo, una especie de general de un ejército o algo así, un gran jefe, y otros tíos de los que no recuerdo tampoco el nombre, me importa un comino lo que hicieran o no, son cosas que pasaron hace un montón de años, si ellos dicen que era así, pues así será, qué más da, con tal de la llegada del cambio, sólo tenemos que levantar el brazo y decir en voz alta unas palabras que ni siquiera sé lo que significan cuando terminan.

Trabajaba en la construcción desde los 16 años, deje de estudiar, no era lo mío, no podía concentrarme lo suficiente, en cambio el trabajo si lo hacía bien, me gustaba trabajar, ganaba dinero y vivía bien, mi mujer también tenía un buen trabajo, era cocinera en un hotel, la conocí haciendo unas pequeñas reformas en su cocina, me gustó desde el principio, olía a galletas recién horneadas, esas deliciosas y sabrosas galletas con un toque a canela que untabas en la leche, mientras los grumitos del cola cao flotaban en la taza, esperando ser pescados por la cucharilla. Ya no huele a galletas, ese aroma ha desaparecido como su sonrisa, ya no es como antes, ni siquiera puedo tocarla, no recuerdo hace cuento tiempo no siento sus galletas. Pero todo cambiará, ellos lo conseguirán, están tan seguros, aunque haya que hacer ciertas cosas desagradables, alguien tiene que hacerlas, siempre lo dicen, después, todo será mejor. Quiero trabajar, necesito trabajar.

Los compañeros me esperan en la esquina, el negocio está en la siguiente calle, el muy cabrón no paga impuestos y recibe un montón de subvenciones, con lo que ha podido abrir otras dos tiendas mas. ¿Cómo coño se entiende eso?, siempre nos lo dicen, nos enseñan las cifras, informes que obtienen y que el gobierno oculta, todas las ayudas que les dan, todo el dinero que se pierde por su culpa. ¿Para qué les dejan venir?, que se largue a su país, las tiendas deberían ser nuestras, darían trabajo al menos a otras diez personas, otras diez familias y no la suya, a la que ha ido trayendo poco a poco, más gente de su país, más gente instalándose y quitándonos los pocos trabajos que hay, diez familias a las que dejarían de perseguir los bancos. Seguro que el director de mi sucursal le trata muy bien, ya me avisaron, los bancos al final son de ellos y les benefician.

Le asustaremos un poco, para que se largue y vuelva a su sitio, así dejará las tiendas y podrá hacerse cargo de ellas alguien de aquí, a lo mejor me daban trabajo, nunca he sido dependiente, pero es igual, incluso a mi mujer, tenía una preciosa sonrisa para poder estar detrás de un mostrador, trabajaría y todo volvería a ser como antes.

El hombre cierra su negocio mientras nos acercamos, creo que somos demasiados para espantarle, en principio solo íbamos a venir unos cuatro, pero cuento como doce o trece, algunos no sé ni quiénes son, tan tapados con sus bragas y sus gorros, apenas distingo a unos pocos. Me siento un tanto incómodo con este bate en la mano, parezco un matón de tres al cuarto, me dijeron que lo llevara encima por si las cosas se complicaban, ¿complicarse?, pero si es un hombre de cincuenta y tantos, escurrido y solo, ya sólo con vernos se va a cagar en los pantalones, además acabo de ver a unos cuantos con cosas metálicas en las manos. Creo que voy a dejar el bate en la esquina y luego volveré para recogerlo y devolverlo. Mi gesto parece llamar la atención de uno de mis acompañantes, con una sola mirada impide lo que había pensado, bueno, seguiré con el bate en la mano, tampoco pasa nada.

Rodeamos al hombre, está muerto de miedo, nadie dice nada, hay un silencio sepulcral, no me gusta, sólo hemos venido a asustarle, a decirle que se largue, que nos deje sus tiendas, que se vaya por donde vino, así podré trabajar, ¿porque nadie dice nada?.

De pronto aparece alguien, un hombre se interpone entre nosotros y el comerciante, le conozco, es mi vecino, ¿qué coño hace aquí?. Dice que nos larguemos, que llamará a la policía, que dejemos en paz a la gente de bien, ¿porque narices le defiende?, pero si es mi vecino, ese con el que nunca he hablado, ese, que todos los días, recorre el mismo camino, el que está en la misma cola, el que espera como yo, no lo entiendo, ¿no se da cuenta de porque lo hacemos?. Uno de mis compañeros se adelanta, el vecino le increpa para que les deje en paz, pero él responde con un puñetazo sobre su cara. Dios, sangre.

El vecino perplejo comienza a pedir socorro y la calle comienza a llenarse de luces, casas que despiertan ante los gritos de auxilio, mis compañeros empiezan a responder todos a la vez, dando golpes a diestro y siniestro sobre mi vecino y el comerciante. Parad, parad, solo queríamos asustarle, parad, es mi vecino, le conozco.

Intento detener a mis compañeros, consigo llegar hasta los cuerpos de los dos hombres tirados en el suelo colocándome sobre ellos para evitar que los golpes sigan llegando hasta ellos, me verán y pararan, soy uno de ellos, me escucharan, siempre lo hacen.

He despertado en un hospital, la policía acaba de venir, apenas he hablado, el vecino está a mi lado, tiene la cara amoratada por el puñetazo, el les ha dicho todo lo que querían saber, ni siquiera les ha mencionado que iba con ellos. Parece que tengo algunas costillas rotas y el cuerpo magullado por los golpes, recibí la mayor parte, nada serio, me recuperaré. Cuando se han ido se ha vuelto hacia mí y me ha dicho que no puede prometerme un trabajo, pero sí, que cuando salgamos de aquí, todos los días, iremos juntos a la cola, esperaremos y cogeremos los números de la suerte, incluso me ha hablado de acudir la semana que viene, si me dan el alta, a una manifestación en protesta por la falta de empleo.

Le he contado todo a mi mujer, al principio parecía espantada, pero al prometerle que todo se acabó, que nunca volveré a esas reuniones, ha vuelto a sonreír, y yo con ella, luego me ha dado una gran sorpresa, el comerciante la ha contratado, necesitaba gente para llevar sus nuevas tiendas.

Algo ha cambiado, como ellos prometieron, sin embargo no creo sea de su gusto, o al menos, no como ellos esperaban, mi mujer diría que un solo garbanzo negro puede estropear un cocido completo. Tiene gracia, el negro soy yo.

El olor a galletas impregna de nuevo toda mi casa.