domingo, 27 de noviembre de 2011

EL MECÁNICO, EL CONSOLADOR Y LA POTENTE MORENAZA

Otro relato, de hace un tiempo, que regresa a casa

Allí estaba de nuevo, abrió la guantera para coger los papeles y el aparatito le dio la bienvenida.

Probablemente, el no encontrarlo, habría supuesto una tremenda decepción, lo entendería como una especie de adiós a todas aquellas revisiones que se sucedían cada cinco mil kilómetros. Inspecciones que el ya apuntaba en su agenda y señalaba con un rotulador verde lima limón, el color del aparatito.

Ya se conocían hace tiempo, recordaba la primera vez que apareció y la sorpresa al hallar aquello en un lugar tan poco previsible, pero nunca lo mencionó a sus compañeros, guardó aquel secreto, pues entendió, o más bien deseó, la existencia de una razón para encontrarlo, para que él fuera el descubridor, el elegido, al fin y al cabo, ¿a quién sino entregaba siempre las llaves de su coche?.

La Potente Morenaza y su potente aparatito.

Porque así la llamaba. Dos simples palabras, que con exactitud, describían la impresión causada. Potente, morenaza.

Nunca quiso saber su nombre, ni sus datos, hacia a un lado el aparatito, cogía la documentación y sin ojearla, la llevaba a su compañero administrativo, deshaciéndose de posibles tentaciones en las que caer y evitar así romper la cierta magia que todo aquello tenía.

Así estaba bien, no necesitaba más, volvía al coche, a la imagen del aparatito y comenzaba a soñar mientras realizaba su trabajo.

La imaginaba utilizándolo en aquellos atascos interminables de todas las mañanas, deleitándose mientras los demás soportaban estoicamente pasar los minutos. Qué suerte ser uno de esos vecinos de coche, alegrándose la vista al contemplar como la Potente Morenaza desfogaba sus pasiones, divino atasco mañanero que permite observar a una mujer saciando sus deseos.

Recorría el camino hacia el lugar donde las parejas se esconden de miradas ajenas. Ese prado, esa loma que acoge a los amantes y los envuelve en su manto oscuro. Y ella, situada en el centro del aparcamiento de los gemidos, asumiendo el papel de la excepción que confirma la regla, recorriendo todos los sillones, impregnado de sus olores más recónditos aquella tapicería, mientras el aparatito hablaba con un suave “brrrr brrrrr” y ella contestaba con insistentes y repetitivos monosílabos.

Pero al final, siempre llegaba su visión más deseada, la idea de tenerla subida en el coche, poniendo en marcha el aparatito, mientras él, entre éxtasis y convulsión, hurgaba en las entrañas de su vehículo. Pistones que suben y bajan mientras el lubricante recorre los cilindros, mezclados con aparatitos que entran y salen rociados de fluidos corporales.

La fantasía llegaba a tal punto que se veía obligado a abandonar sus quehaceres y encerrarse en el baño durante un momento para sofocar el grito de su miembro clamando ser vaciado.

Cumplían su cometido, él, realizando un buen trabajo, ella, alegrándole la mañana. Nada más.

Volvería pasadas un par de horas de “Fantasías animadas de ayer y hoy”, y como siempre, se despedirían con una sonrisa acompañada de un guiño y un:

-Su coche ya está a punto

-Gracias, es usted un excelente Mecánico.

Hasta dentro de cinco mil kilómetros, Morenaza.

martes, 1 de noviembre de 2011

PRISMAS PERFECTOS


No está bien.

Nadie se percata, es una maravillosa actriz, pero yo sé que no lo está. Supongo que después de toda una vida junto a ella es difícil engañarme. Perfecta sonrisa, perfectos modales, perfecta con todos, perfecta con todo, pero no, a mi no se me escapa. Lo que no entiendo es porque a los demás les miente con tanta facilidad. Sólo deberían pararse un pequeño instante, mirar fijamente sus ojos y descubrirían el pastel. De todas formas, lo sabe. Por eso me evita constantemente, apenas unos segundos dedicados a diario, distribuidos durante el día, un cambio de ropa, un cepillado de dientes y muchos de esos instantes, un simple y fugaz paso junto a mí, pero nunca deja que mire sus ojos, por eso se que lo sabe.

Temo por ella, pero también por mí, creo que en un momento dado saltará la chispa y todo se irá al garete, la verdad es que tengo miedo, un miedo horrible a lo que pueda hacer. Intento captar la atención de los demás cuando están junto a ella, pero nadie mira donde debe, absortos en contemplar lo que les conviene y dejando las profundidades para solo los valientes. Y ella, siempre los distrae, es una buena anfitriona, aunque ayer casi lo consigo, durante un café de la tarde, él me miró, fijo sus ojos en mí y por un instante creí poder conseguirlo al oírle formular la pregunta perfecta.

- ¿Estás bien?

Fue rápida, desplegó su amplia sonrisa y él dejó de mirar a los ojos para centrarse en sus labios.

- Perfectamente, estupenda como siempre.

Lo peor ha sido esta mañana, cuando ha abierto el botiquín del baño y un montón de pastillas de colores han hecho acto de presencia, no sé cuando las ha comprado. Después, a lo lejos, su llanto incontrolado, esta situación es ya constante, desparecen las voces, las risas, las charlas y las lagrimas afloran, sólo tengo que conseguir que me mire, que se plante frente a mí, fije sus ojos en los míos y así podré convencerla, me verá y se dará cuenta de todo.

El llanto ha cesado, escucho sus pasos, parece venir hacia mí, quizás sea la oportunidad, posiblemente lo logre, creo que viene decidida. Lo voy a conseguir, me está mirando.

-Se acabó, ya no puedo más, lo siento.

Un montón de colores en su boca.

¡Nooooo ¿Que haces?, no te las tragues, escúpelas!!!

No me hace el menor caso, ¿pero qué más puede hacer tu simple reflejo en un espejo?

Nada, o puede que sí.

La rabia, la impotencia, consiguen algo sorprendente, golpeo el espejo con todas mis fuerzas hasta romperlo en pequeños pedazos que se esparcen por un suelo que no es el mío. Ella desaparece, yo vivo. Sigo teniendo miedo, sin embargo no es lo mismo, tengo miedo porque ahora estoy sola, porque debo enfrentarme a un mundo que desconozco. Ella se ha ido, puede que yo no sea tan perfecta, tampoco me importa, adoro mis imperfecciones porque ellas son las que me han hecho este regalo. Me doy la vuelta por primera vez hacia una vida que se abre, una vida, que detrás de lo que era una espejo, nace y espera con impaciencia ser vivida, solo tengo que mirar hacia otro lado.

Estoy bien, cada vez mejor, y no necesito contemplarme para comprenderlo, simplemente lo sé, imperfectamente, pero lo sé. Soy la refracción en un prisma de alguien, que no quiso vivir.