lunes, 31 de octubre de 2011

EL SEÑOR NARANJA

Recupero uno de mis antiguos relatos, ha estado viajando por lugares insospechados para regresar a este blog, quizás no encontró lo que buscaba, o simplemente ha vuelto, pues su sitio es este.
Un día, como otro cualquiera, asumiendo tus errores e intentando reconstruir tu cabeza, ayudada por una amiga, interrumpí sus buenos consejos para soltar una frase apoteósica, “Por cierto Ana, creo que me he vuelto frígida”
Mis conocimientos y experiencias en materias sexuales hasta aproximadamente los 33 años, se limitaban a dos relaciones estables. Unas, más o menos complacientes, impregnadas, sin embargo, de tabús y vergüenzas clásicas, típicas en mujeres nada experimentadas, que impedían desarrollar dichas actividades en total plenitud, y otras, peores, debidas a la escasa, por no decir nula, satisfacción personal que aportaban. Probablemente, la ausencia de sexo durante un periodo prolongado de tiempo, y sobre todo, la falta de interés en él, añadido a mí, digamos, irrisoria experiencia, provocaron aquella idea “feliz” y una respuesta por parte de mi amiga simple y clara, “¿Pero, tu estas tonta?”, así que, continué la charla por otros derroteros, intentando pasara desapercibido aquel comentario.
Lo sorprendente fue, que dos días más tarde, reunida con mis amigos, entre cerveza y cerveza y multitud de sonrisas cómplices de las que yo no era partícipe, me hicieran entrega de dos paquetes, envueltos con mimo y esmero, acompañados de una nota firmada por todos, en la que se podía leer “Descubre tu cuerpo y disfruta mostrándose al mundo”, “Sois una panda de petardos, ¿qué narices es esto?”
Pero…..¿cuál era el contenido de aquellos paquetitos?
Al abrir el primero, descubrí un montón de condones, de todos los sabores, olores y tamaños. Con estrías, sin estrías, retardantes, lubricados extra, comestibles, con efecto calor-frio, chocolate, menta, piña. No pude reprimir una cara de asombro acompañada de un “!!Que alucine ¡¡”.
“!Ohhhhhhh, Sorpresa¡” exclamé al ver el otro, un esplendido regalo de mayor tamaño y un aspecto un tanto sospechoso. Grande, gordo, inmenso, exuberante y de color naranja, característica que dio lugar al nombre con el que fue bautizado. Suave, duro, con vasos sanguíneos que recorrían todo el miembro estratégicamente situados, y una serie de accesorios, que por supuesto, desconocía en algunos casos por donde, o como podrían utilizarse, aunque más bien, y creo esto se ajuste más a la realidad, no llegaba a entender de donde sacaría el valor necesario para usarlo. Y para colmo, sumergible ¡Guauuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu¡.
Así que, sin más, decidí despedirme de aquella panda de locos, pero grandiosos al fin y al cabo, y cargada con mi nuevo amigo “El Señor Naranja”, emprendimos rumbo a casa para intentar conocernos, ¡Y cómo nos conocimos!.
“Voy a hacerlo, voy a meterme ese pedazo bicho y me va a gustar, voy a incrustármelo por todas las partes de mi cuerpo capaces de soportarlo y me va a gustar, por que quiero, me apetece y no puedo más”. Lo puse en marcha, empecé a utilizar aquel aparatito, accesorio maravilloso para la estimulación clitoriana y como hacía tanto que mi cuerpo no recibía aquel tipo de sensaciones, perversiones, se deshizo de inmediato. Sorprendida, “Que rapidez, quiero maasssssss, ¿seré capaz?”.Y me lo metí, y se movía mientras los dedos recorrían mi cuerpo buscando las zonas donde antes estuvo, intentando hacer lo mismo y volví a deshacerme, dándome cuenta, que por primera vez en mi vida, había podido deleitarte dos veces seguidas, y pensé, “¿cuántas podré?”. Y continué. Tercero, no tan placentero como el primero, ni tan intenso y profundo como el segundo pero igual de gratificante, y ya, cuando todas mis vergüenzas habían desaparecido, surgió la lascivia, lujuria desenfrenada, descubriéndome a mi misma desvirgando partes del cuerpo donde nunca nadie había osado entrar. Orgasmos, orgasmos clitorianos, orgasmos vaginales, orgasmos en cierta parte oscura y recóndita, orgasmos lentos, orgasmos rápidos, orgasmos silenciosos, orgasmos clamorosos, multiorgasmos, naranjas.
Durante cierto tiempo practique, el Señor Naranja, silencioso y complaciente, era mi mejor aliado en aquellos momentos. “Descubre tu cuerpo”, me habían dicho mis amigos. No solo había echado por tierra mi teoría de una posible absurda frigidez, sino que había conseguido despertar a un ser completamente renovado y magnifico.
La segunda parte del mensaje, resultaba más peliaguda, pues, ¿qué ocurre cuando una mujer conoce su cuerpo y se encuentra perfectamente preparada para practicar sexo con él?. “Muéstraselo al mundo” decía. Y yo, enfundada en mis lencerías cargadas de tules, puntillas, transparencias y medias pecaminosas que dejaban parte de los muslos al aire, salí al mundo. JA.
Donde narices están esos tíos que tanto ansían mujeres desinhibidas, ávidas de sexo sin complicaciones. Mentiras, todo grandes mentiras. Reconozco que mi lista de exigencias era bastante extensa, pero realmente, los tíos, se amilanan cuando encuentran a alguien así. En fin, no creía resultara tan difícil toparse con algún cumplidor de expectativas. Alguien dotado para la práctica de todo lo descubierto con el Señor Naranja y que a su vez, en el momento oportuno, pudiera mantener una conversación, pues que mejor sexo que aquel, cuyo comienzo resulta ser una gran tertulia. Alguien, que no pidiera más, ya que, no estaba dispuesta a ofrecer. El señor naranja había puesto el listón muy alto, pero no era perfecto, le faltaba una maravillosa estimulante y húmeda lengua. Esa lengua que tanto me gusta y que solo pensar en ella pone mis circuitos a pleno rendimiento. Una lengua, un cuerpo atractivo a mis ojos, una conversación fluida, con cierta experiencia. A veces tenía la sensación de que al conocer a cualquiera, desplegaba mi lista de exigencias, e iba tachando aquellas que cumplía, para después emitir mi juicio mediante una puntuación que variaba entre el 0 y el 10 (la perfección). Estas aprobado, estas suspendido, bien alto, notable.
Mis amigos se reían. “Así no te vas a tirar a nadie nunca” decían. Pero yo seguía. Que porras, no había desperdiciado tantos años de mi vida para irme con el primero de turno a practicar mi nueva faceta. Mi semental aparecería.
Tres, tres tíos deje colgados con los calzoncillos bajados y con sus miembros completamente erguidos. Nefasto. El primero y el segundo. No gracias, no estaba dispuesta a que alguien me manoseara, para después incrustarme su polla sin más. El tercero, Dios santo, que narices puedes hacer cuando un tío se baja los pantalones se mira sus partes y te pregunta “¿Crees que la tengo pequeña?”. Escapar, como una posesa del hotel donde se aloja y meterte en tu cama diciéndote a ti misma “Socorro, Socorro, he estado apunto de acostarme con un dibujo animado”, porque aquello juro por Dios parecía de mentira. Una nueva cosa más que añadir a mi lista de exigencias. Por favor, un pene normal. Y por fin, tras muchos “No”, arrojados a babosos, falsos aprendices de semental, apareció Mr. Cantabria. Un diálogo ameno y grato, acompañado de unas manos grandes con largos, infinitos dedos, fueron el detonante de lo sucedido durante cuatro días con sus cuatro noches. Sexo, sexo sin complicaciones, sexo puro y duro, y yo, disfrute de aquello como nunca lo había hecho.
A partir de entonces práctico todo lo que puedo, debo recuperar el tiempo perdido, o más bien, soy una persona que ha descubierto el sentido de la vida y devora con avidez ese conocimiento. Abro el cajón de mi mesita de noche y sonrió mientras guiño un ojo al cómplice de todo esto, el Señor Naranja. Y a toda la panda, el Señor Lima-Limón, Mr Metálico, Las señoritas Chinas,……… Necesitaba compañía.