2. Ojales Abiertos.
El Botonero del Invierno se encontraba en su taller absorto en el diseño de los botones, que llegado el frio, cerrarían los abrigos especiales de los osos pardos. Acababa de terminar aquellos que se utilizarían para los bulbos de los gladiolos, un trabajo que le había costado en exceso, no por la dificultad, era más bien una falta de concentración que siempre aparecía cuando de flores se trataba. Las flores son colores y los colores acababan llevando sus pensamientos hacia ella. La Pintora de los Azules.
Realmente siempre estaba presente en sus recuerdos, sin embargo, intentaba por todos los medios centrarse en su trabajo para que no resonaran en exceso, pero, las flores son colores y los colores……, siempre existen cosas incontrolables, y los osos pardos, son eso, pardos.
El Invierno había sido extremadamente duro con él, ni siquiera tuvo la oportunidad de despedirse. Comprendía la necesidad apremiante que existía, el problema de las cremalleras debía ser resuelto de inmediato, pero al menos un “Hasta pronto”, un “tengo que irme, debo ayudar”. El Invierno no era conocido por su tacto, ni por su amabilidad, no existía estación más comprometida y preocupada por las criaturas. Sin embargo, su excesiva responsabilidad, llevaba a una absoluta intransigencia para con lo que él consideraba secundario, y cuando el Sastre del Invierno encontró a su sustituto, este, fue tomado y llevado de inmediato a sus dominios sin más. Las explicaciones ya se darían después.
Recordaba aquel día, cuando a toda prisa se lo llevaban, y de pronto, un calor sofocante, y ella, corriendo, hacia él, a lo lejos. Recordaba también que era incapaz de mantener la vista, parecía fuera a quemarse si continuaba mirándola, pero sólo un pequeño instante le bastó para que un pequeño detalle no le pasara desapercibido. El Botón Azul desabrochado.
Por un momento olvidó todo aquel extraño caos en el que estaba sumido. Nada importaba pues el Botón estaba desabrochado, desconocía el porqué, existiría una razón de peso, sin embargo aquel suceso para el Botonero tenía una importancia clave pues el Botón había sido creado con un fin, proteger a la Pintora de los Azules.
La quería. Desde el principio, desde aquel día en el que fue hacía el mar en busca del nácar de las ostras. Se había retrasado un poco terminando un encargo y el Verano ya, a punto de finalizar, daba paso al Otoño. Cuando llegó, la vio, subida a una escalera pintando sus Azules, los primeros trazos del cielo de un Otoño, que miraba como la pintora daba color al inicio de su estación. Azules del mar y del cielo que se superponían uno a otro cuando llegaban al horizonte y que combinaban a la perfección con la idea de la mutación que sufre la naturaleza ante nuestros ojos. El cambio, la transgresión, el Otoño, la Reina Drag de las Estaciones, explosión de color, excentricidad de los tonos.
Se acercó, no pudo evitarlo, un acto reflejo que le llevó hasta el pie de la escalera para sujetarla, mientras ella seguía dando pinceladas sin percatarse de la seguridad que le prestaba. Entonces escuchó sus palabras, aquellas que solamente ella decía, apenas unos susurros que dada su situación pudo llegar a oír y notó algo en su interior despertar, al mismo tiempo que los Azules cobraban vida y el Otoño risueño aplaudía agradeciendo la tonalidad conseguida.
La explosión del Azul envolvió al Botonero, cuando contempló a la Pintora sonreír respondiendo al entusiasmo del Otoño. Tendió su mano para ayudarla a bajar, descubriendo aquel cuerpo desnudo y desprotegido, completamente abierto como los botes de pintura que había utilizado.
Nadie se acercaba a la Pintora tanto como para poder observarla de cerca, la maravilla de sus obras siempre era vislumbrada a cierta distancia para obtener una visión amplia y conseguir una panorámica perfecta. Una vez hechos los primeros trazos y haber dado vida a sus Azules, dejaba al resto de Pintores finalizar el trabajo mientras ella se alejaba volviendo a sus campos de Hierba Pastel. Pero él la miró, y de inmediato supo porqué la Pintora era tan buena en su trabajo, porqué sus Azules conseguían transmitir tanto, porqué cobraban vida, y la amó, tanto como los Azules amaban a su Pintora.