Hace algún tiempo me hicieron creer que la cartera que vivía conmigo era personal e intransferible, algo intocable e imposible de ser fisgoneado, hasta que conocí a otra cartera y vi que incluso podía llevarla en el bolso junto a la mía.
Ahora sé, que si mi cartera está vacía, no tendré problemas en coger unas monedas de la que vive conmigo, para algo tan simple como ir a comprar el pan.
El caso es que mi cartera siempre estuvo abierta para cualquier cosa, y sigue estándolo, sencillamente he comprendido que no soy una vulgar carterista.