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7. Incuantificablemente Azul
Despierto. Realmente temprano, algo extraño en mí, siempre he sido de las que les cuesta un buen tiempo dejar las sábanas. Siento la necesidad de ponerme en marcha cuanto antes, un júbilo por salir al exterior de inmediato y descubrir el nuevo día que llega. Me visto deprisa, no me cuesta, la noche pasada lo preparé todo, puede que el ánimo que me embarga hiciera ya acto de presencia, como un precursor al día que nace. Abro la puerta y comienzo mi camino. El sol parece haberse quedado dormido. Por una vez la marmota es él y aun debe estar desperezándose, solo el resplandor precedente al amanecer permite distinguir mi camino. Sin embargo, mientras avanzo, su despertador suena, y poco a poco la luz inunda todo dejando ver el esplendido día que comienza. Desde el horizonte lejano, sus rayos emitidos inciden sobre los objetos avivándolos a ellos también, iluminándolos, permitiendo que sus colores aparezcan pudiendo ser observados. Colores que hoy parecen poseer un brillo especial y que me acompañan como si de una comparsa alegre y divertida se tratara, aunque hay uno que sobresale especialmente.
Azul.
Un cielo vivo y palpitante, al que las nubes en este día han dejado solitario
para poder ser admirado. Repleto de matices que consiguen emocionarme al
instante haciéndome recordar una historia. Una historia sobre las
responsabilidades, el esfuerzo y las diferencias, la perseverancia, pero sobre
todo habla del amor y la esperanza. Aquella en la que se cuenta, que en los
días en los que los azules se intensifican tanto, que con sólo mirarlos sucumbes
dejándote llevar por un torbellino de sentimientos incontrolados, un Botonero
del Invierno y una Pintora de los Azules están juntos. Y de cómo consiguieron
gracias a la ayuda de la Primavera y el Otoño, que dos estaciones tan dispares
como el Invierno y el Verano, pudieran llegar a un acuerdo, haciendo que el
Invierno se volviera un poco más permisivo y cercano, y el Verano fuera un
tanto más responsable y generoso.
Juntos,
felices, disfrutando el uno del otro, trabajando en un taller, preparando los
botones que servirán para cerrar los abrigos que protegerán a las criaturas
durante el invierno y que ya siempre quieren permanecer abrochados. Él, los
fabrica de uno en uno, poniendo especial cuidado en hacerlos corresponder a las
cualidades que cada criatura posee y que hacen de ellas algo único y valioso. Mientras
ella, la Pintora, una vez terminados, los toma y los pinta de un azul creado exclusivamente
para ellos, cargado del amor que profesa a su Botonero, ayudada de un pincel que solamente sus manos pueden utilizar, bellamente
labrado y decorado con diminutos botones de nácar.
Siento la brisa de la mañana y un pequeño escalofrío recorre mi
cuerpo haciéndome salir de mis pensamientos y agarró con firmeza mi estuche
avivando el paso que me lleva hacia mi destino. Detrás, mis campos de hierba
pastel, a los que volveré para de nuevo crear mis Azules.
Me aferro a mi abrigo, refugiándome en el calor que desprende y
que tanto me gusta sentir, el abrigo de mi piel, abrochado con un precioso
Botón Azul que un día me regaló, ajustado
al ojal que el mismo creo en mi cuerpo, perfecto para mantener calientes mis
entrañas. En un día como hoy, en el que el Verano y el Invierno, vuelven a
reunirse.