viernes, 23 de noviembre de 2012

Dícese de la ¿persona? que no tiene capacidad para la actividad que realiza



Mediocre.
Ni siquiera eres un buen malo. Las venganzas te resultan un trabalenguas desproporcionado, quedándote a medio camino entre la vulgaridad y el ridículo, con deseos grotescos y carentes de sentido , de hazañas ilusorias plagadas del más puro morbo barato.
Mediocre.
Excesivamente pretencioso y ambicioso, a la par que inculto lingüista totalmente depravado. Y  lo eres porque serlo no conlleva minutos disfrutados, pues son fingidos y totalmente figurados, periodos perdidos en un limbo que tú mismo te has creado, alimentado por otros sedientos del banal escenario, sin atisbar que ellos son los listos, y tú, y tu ego, los que están al otro lado.
Mediocre, y más mediocre.
Observándote pasmados, sin comprender por qué durante tanto tiempo nos has acompañado, sintiendo nuestra parte de culpa por prestarte la atención que nunca deberíamos haber centrado, avergonzándonos por lo preciado  que fue descuidado.
 Pero aquí seguimos sentados, porque ser mediocre no requiere de ningún plan  trazado, ni  siquiera de energías vanas para demostrar ser el mejor en algo, esfuerzos que no existen y que no deben ser realizados. Y así vivimos sin proporcionar pistas, sin descubrir nuestros hallazgos, siendo mediocres ante la caja de cartón frente a la que todos los días nos colocamos, mirándote a ti, mediocre, como haces el papel que siempre te ha gustado.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Encajando piezas



El oscuro secreto de la vida es saber encajar las piezas del puzle perfecto.
Buscamos sin medida para encontrar la forma de hallarlas y poco a poco comienzan a aparecer. Algunas son sencillas,  las cuatro esquinas, se descubren de inmediato para indicarte cómo va a ser, para guiarte en la búsqueda de las siguientes, esas que tienen alguno de sus lados rectos y que dictaminan las dimensiones que tu vida puede llegar a tener, el borde de la figura que completarán  las más ansiadas y difíciles,conformando todo un interior.
Muchos se pierden y no logran rellenar, inmersos en el logro de unas dimensiones enormes, pretendiendo abarcarlo todo, sin darse cuenta que nunca cierran, que nunca completan, convirtiéndose en una cáscara vacía abierta con muchas expectativas.
Y por supuesto están los contrarios, aquellos que abarrotan su interior con el mayor número de piezas, haciéndolas cada vez más y más pequeñas, diminutos fragmentos, tan pequeños, que son incapaces de reconocer llegado el momento y que incluso llegan a disiparse.
En ocasiones, otros, se obsesionan tanto en encontrarlas que intentan ajustar como sea aquellas que no les pertenecen, apretando con fuerza hasta que evidentemente entran, sin darse cuenta que durante el proceso,  destruyen las anteriores, las auténticas y así deben comenzar de nuevo, recomponiendo.
Y vuelta  a empezar, esta vez mas perdidos que antes tal vez, pero asumiendo los errores, y es entonces cuando, aun sintiéndose desesperanzados, las piezas del interior comienzan a aparecer, más visibles, más reconocidas, perfectas y armónicas, diferentes colores que al unirse combinan a la perfección dando lugar a la obra de tu vida.
Sin embargo, algunos, no son capaces de ver esa supuesta belleza,  siguen añorando aquellas que no encajaban, quizás porque encuentran la hermosura en las imperfecciones o porque el desorden tiene un encanto especial, o simplemente, porque los puzles han evolucionado tanto que ya no son solo rectángulos en los que colocar piezas, nuevas formas, apareciendo el concepto del volumen.
Dicen que la última pieza es la que se halla después de morir, aquella que permite vislumbrar el sentido, la que hace que un todo tenga las respuestas, es fácil de imaginar, sin embargo, resulta muy difícil creérselo. De todas formas, la magia reside en no lograr todas las piezas, la vida no tendría su encanto sin el misterio de la última pieza.