viernes, 23 de noviembre de 2012

Dícese de la ¿persona? que no tiene capacidad para la actividad que realiza



Mediocre.
Ni siquiera eres un buen malo. Las venganzas te resultan un trabalenguas desproporcionado, quedándote a medio camino entre la vulgaridad y el ridículo, con deseos grotescos y carentes de sentido , de hazañas ilusorias plagadas del más puro morbo barato.
Mediocre.
Excesivamente pretencioso y ambicioso, a la par que inculto lingüista totalmente depravado. Y  lo eres porque serlo no conlleva minutos disfrutados, pues son fingidos y totalmente figurados, periodos perdidos en un limbo que tú mismo te has creado, alimentado por otros sedientos del banal escenario, sin atisbar que ellos son los listos, y tú, y tu ego, los que están al otro lado.
Mediocre, y más mediocre.
Observándote pasmados, sin comprender por qué durante tanto tiempo nos has acompañado, sintiendo nuestra parte de culpa por prestarte la atención que nunca deberíamos haber centrado, avergonzándonos por lo preciado  que fue descuidado.
 Pero aquí seguimos sentados, porque ser mediocre no requiere de ningún plan  trazado, ni  siquiera de energías vanas para demostrar ser el mejor en algo, esfuerzos que no existen y que no deben ser realizados. Y así vivimos sin proporcionar pistas, sin descubrir nuestros hallazgos, siendo mediocres ante la caja de cartón frente a la que todos los días nos colocamos, mirándote a ti, mediocre, como haces el papel que siempre te ha gustado.

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