Está acostumbrada a derramar lágrimas, pero ahora sabe lo difícil que
resulta tragárselas, cuando el que llama a la puerta es un dolor que quiere
permanecer oculto.
Llora, evitando la mirada de ojos ajenos. Lamentos invisibles impregnados
de aromas con sentimientos, escapando de los reproches, las explicaciones y los
sermones colmados de baratos consejos, haciendo del sufrimiento algo íntimo y
privado, propiedad de una voluntad que decide cuando, como y en qué medida
padecerlo.
Y así, hasta ahogarse, muy poco a poco, en un mar interior repleto de
agua salada, cosecha propia de sollozos silenciosos.
...Y en la oscura extensión río abajo
como un audaz vidente en trance,
contemplando su infortunio
con turbado semblante
miró hacia Camelot.
Y al final del día
la amarra soltó, dejándose llevar;
la corriente lejos arrastró
a la Dama de Shalott......
The Lady
of Shalott (Alfred
Tennyson)
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