Como los ángeles al caer el sol plegaré mis alas, no volviendo a correr tras la ciudad soñada. Prometeré acabar con el absurdo empeño en conseguir lo inalcanzable, sumiéndome en las profundidades de la realidad cotidiana. Amputaré las extremidades de la imaginación desbocada, para encerrarla en la prisión del olvido. Pero siempre quedará una llama rebelde e incombustible, que sobrevivirá, pese a todo, y brillará en el faro de Antiopia.
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