El Erudito avanza por la calle, se
para ante el escaparate y mira con interés las portadas expuestas en la
librería de enfrente, siempre hace lo mismo, luego aparece alguien y sostiene
una conversación, es conocido en todo el barrio.
El Erudito habla y habla, todos dicen
lo interesantes que son sus conversaciones, la cantidad de cosas que sabe,
siempre citando libros y frases de escritores célebres. Yo no suelo acordarme
de esas cosas, he leído tantos libros , pero nunca he retenido una frase, a
veces incluso tengo que devanarme los sesos para recordar de que iba aquel, o
aquel otro, pero el erudito siempre lo hace, ¿tendrá una memoria de elefante?.
He decidido dejar de mirar por la
ventana y bajar al escaparate yo misma, quizás si me coloco como él, se paren a
hablar conmigo. Sin embargo, voy a tener que prepararme algo, no sé muy bien
que decir.
¿Qué podría decir?
Dicen que
para ser una gran erudita has de leer un montón de libros.
Shakespeare y
Homero quedan muy bien, te dan un toque clásico que nunca estará pasado de
moda. No sé, la verdad es que no veo el toque clásico por ninguna parte, eso
sí, las aventuras del Rey de Ítaca son geniales, no tanto los tortazos a
diestro y siniestro que se daba cuando estaba en Troya, aquello era un tanto
lacrimógeno y sangriento, menudo folletín, que si está se va con este, que si
el otro menudo cabreo y se coge a todo el vecindario y se los lleva de guerra, al
final, todo se resumía en las ganas de un tío por demostrar el poder que tenía,
ya me dirás tu donde está el toque clásico, si esto, está a la orden del día.
Luego está la sección de Julio Verne, Emilio
Salgari, Edgar Rice Burroughs…, no eres nadie si no mencionas, Veinte mil
leguas, Cinco semanas en globo, el Corsario negro, Tarzán o Sandokan, que
fueron los héroes de tus sueños de infancia, y recorriste las bibliotecas en
busca de sus aventuras. ¿De verdad leíste
todos esos libros cuando eras pequeño? ¿Todos? ¿O simplemente te los sabes,
porque como yo, te comprabas las Joyas Literarias Juveniles?.
Ni siquiera he conseguido terminarme
el puñetero libro de BURROUGHS, es el tercer intento y me es imposible pasar del
prologo, ¡Joder! Es que no lo entiendo, ¡qué coño de Erudita voy a ser si no
consigo entender El Almuerzo Desnudo!.
En fin, podríamos seguir así hasta mañana, esto no
me sirve de nada, bajaré y ya se me ocurrirá algo. A lo mejor, al que se pare a
charlar, no le apetezca hablar con un Erudito y prefiera tener una conversación
más distendida, sin menciones tipo “Como decía tal y tal, en el libro
tal y tal”, puede que solo quiera hablar sobre las flores.
¡He bajado! y he conseguido hablar con alguien. Ha
resultado gracioso, el Erudito ha sido quien se ha parado. Al mencionarme sus
anteriores conversaciones con otros transeúntes, me ha sorprendido, le he tenido
que comentar quienes eran. No sabía que el chico del mono era Vicente el del
taller, que había hablado también con
Luisa la panadera o con Fermín, el padre de Ismael el frutero. Tampoco sabía
que a Vicente le va mal y que puede que tenga que cerrar el taller, ni siquiera
se había enterado de lo contenta que está Luisa porque su hija ha conseguido
plaza en la facultad que quería, ni que Fermín, ha colgado sus cuadros a modo
de exposición en el club de la tercera edad del barrio, y mira que lo va
pregonando. La verdad es que al final he hablado casi todo yo, el Erudito me
escuchaba y escuchaba.
Mañana vamos todos a cenar a casa de Fermín. El Erudito
sigue parando en el escaparate y conversando con Luisa, Vicente, Ismael,…. A
veces incluso se forman grupitos delante de la librería, corrillos en los que
se habla de la vida, de los libros, de los deseos, pero eso sí, ahora, siempre,
antes de volverse al escaparate, el Erudito mira hacia arriba y me saluda.
El Almuerzo Desnudo no está hecho para mí, pero a
William S. Burroughs le encantaría este barrio, algunos pensaran que soy una
ingenua por decir esto.
No sé porque llevo cuatro días tarareando esta canción.
“Y aquí
todo brilla, y aquí todo encaja bien, en la otra orilla, no hacia pie.”