lunes, 28 de junio de 2010

El Metro




Seis de la mañana, el metro repleto de gente somnolienta dispuesta a enfrentarse a una nueva jornada laboral.

La mujer como todos los días situada en un rincón particular, vagón tercero esquina derecha.

Nerviosa, impaciente, un comportamiento distinto al resto de sus compañeros de viaje que combinan bostezos con caras de pocos amigos, ella en cambio sonriente.

Mira constantemente el panel que indica las estaciones ya pasadas iluminadas y apagadas aquellas que faltan por recorrer.

Parada del metro, la mujer impaciente se pone de puntillas y comienza a mirar hacia la puerta de entrada, sus ojos buscan sin cesar algo que de pronto encuentra pues su mirada se ilumina.

Un hombre se acerca hacia ella, esquivando los cuerpos adormecidos como si de un explorador se tratara en plena jungla apartando la maleza, construyéndose un sendero hasta el destino deseado. Sin apartar sus miradas hasta llegar al rincón particular situándose uno junto al otro, ella haciéndole un hueco y el rellenándolo.

Ni una sola palabra, sus ojos ya no se encuentran, los dos miran al frente. A escondidas se toman de la mano, la mujer no puede reprimir un suspiro placentero mientras una sonrisa se dibuja en la cara del explorador.

Se mantienen quietos, unidos sin mediar sonido alguno, a veces cierran sus ojos, transportándose quizás a lugares mágicos, inundados de sonrisas, disfrutando de ese momento tan íntimo rodeado de una desconocida multitud. No se miran, no se hablan, solo sus manos entrelazadas y escondidas de miradas ajenas.

Una nueva estación, una nueva parada, el hombre comienza su camino hacia la salida pero antes su mano aferrada aprieta tres veces a su presa, un, dos, tres. Un mensaje transmitido.

Todos los días laborables, de lunes a viernes, todas las mañanas a las 6:08 de la mañana, en el mismo lugar, un breve instante en una vida monótona, un intenso instante.

Un, dos, tres……. pum pum pum…………..TE-QUIE-RO.

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