domingo, 12 de diciembre de 2010

DECISIONES

Me gusta el peligro, recrearme en esa línea tan sutil que separa lo bueno de lo malo, caminar sobre ella con los brazos extendidos como un artista circense. Recorrerla, saboreando y experimentando las sensaciones que provoca en mi mente, pararme de vez en cuando y mirar al vacío, ese vacío atrayente y poderoso. Balancearme hacia él sintiendo su seducción, tan fuerte a veces, tan difícil de superar, mientras una sonrisa pícara se dibuja en mi cara, preguntándome si realmente me encuentro en el lado correcto, si realmente esa oscura e interminable nada sería mi medio, si esa caída tendría un fin trágico pues mis sesos se estamparían en algún recóndito lugar, allá en el fondo, o quizás vagara eternamente cayendo y cayendo. Quien sabe, a lo mejor consigo que crezcan un par de alas en mi espalda y planeo sobre la nada observando lo que ella me oculta.

Es solo un paso, un simple paso hacia ella, las voces que inundan mi cabeza me disuaden de cometer tal acto “No lo hagas”, “Te harás daño”, pero yo me revelo ante ellas como una adolescente se revela ante sus padres.

Hay alguien conmigo, noto su presencia, le conozco, se balancea sobre la línea al igual que yo pero no la recorre, sus ojos están clavados en la nada. Me acerco, pretendo hablarle, pero no me contesta. Su cara refleja horror. Procuro calmarle, hablándole en susurros y compartiendo mis pensamientos, pero no escucha. ¿Qué le causa tanto terror?. Miro hacia la nada para intentar comprender su miedo pero de nuevo esa sensación de vértigo tan embriagadora. Me balanceo de nuevo, un suave vaivén, hacia un lado, hacia otro, el terror de mi acompañante se intensifica ¿por qué?.

Tiembla. Su agonía me hace comprender que debo sacarle de allí, conseguir que la nada desaparezca de su campo de visión, sacrificar mi placer, mi secreto, mi línea divisoria. Sin pensarlo más tomo su mano y la aprieto con firmeza para dar un paso.

Mi pie se posa suavemente sobre el suelo conocido mientras la figura de mi acompañante desaparece, miro mi mano extendida, desnuda y solitaria y vuelvo la vista atrás, ya no existe, la línea ha desaparecido junto con la nada y su vacío atrayente, una sensación de pérdida me embarga y comienzo el camino de vuelta a casa.

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