lunes, 21 de febrero de 2011

EL EXPLORADOR Y LA SIRENA




Se encontraron una calurosa tarde de agosto en un mar de tinieblas donde las profundidades escondían tesoros por hallar en barcos hundidos.
El era un explorador, ella una sirena varada.
El buscaba la Atlantida, ella un lugar en el que acurrucarse.
El la oyó cantar, un canto de auxilio desesperado, y corrió a buscarla, sin pensar, sin dudar.
Ella le recibió, extendió sus brazos y se aferró, si pensar, sin dudar.
Él la llevó a su hogar, la cuidó, la protegió, la ayudó, la curó.
Ella se dejó proteger, cuidar, ayudar, curar.
Él le enseño sus mapas, sus cartas de navegación, sus viajes a tierras lejanas, sus descubrimientos, sus mundos extraños por explorar.
Ella componía canciones para él, y por la noches, al amanecer, al atardecer, con un principio siempre parecido “Buenas Noches mi Amor, Buenos Días mi Amor, Buenas Tardes mi Amor”, le cantaba mientras él apoyaba su cabeza en su regazo de pez.
Él le regalaba viajes a praderas encantadas, donde susurrándole al oído le hacía el amor con palabras, suave, lento, tan tierno.
Ella le pedía mimos y él se esforzaba en concedérselos, mientras sonreía diciéndole que se estresaba, las sirenas son mimosas por naturaleza y para los exploradores rudos y serios es difícil y estresante complacerlas.
Él la amaba, pero siempre le recordaba que los exploradores han de quedarse con las exploradoras y que las sirenas debían estar con los sirenos.
Ella en cambio soñaba, imaginaba canciones en las que los exploradores y las sirenas dormían juntos en estanques donde tierra y agua se mezclaban y se las cantaba sin cesar, como si con ello  disipara la realidad.
Él le construyó una preciosa pecera donde poder cantar, le gustaba tanto escucharla que siempre motivaba y animaba para que sus canciones fueran sentidas por los demás, otros exploradores, otras sirenas, otros soldados, otras marineras.
Ella era su corazón, su ventana al exterior, su alegría y su risa.
El es su inspiración, su dicha, su alma y su amor.
Se perdieron una fría tarde de febrero, en un mar donde las profundidades escondían tesoros por hallar en barcos hundidos.


CANTOS DE SIRENA 1

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