lunes, 19 de septiembre de 2011

EL GARBANZO DE UN COCIDO

Voy camino de un lugar, acompañado de un bate de beisbol.

Me lo tuvieron que dejar, ni siquiera sabía donde conseguir uno, nunca he jugado a ese deporte, en mi barrio sólo existía el futbol y como mucho, el baloncesto, si algún niño de otro barrio aparecía con un balón que botara lo suficiente.

Extraño deporte el beisbol, de un país a miles de kilómetros de aquí, aunque no tan lejano, las reuniones lo acercan un poco cuando nos cuentan la cantidad de gente, que como nosotros, vive harta de esta situación, hartos del paro, de los políticos corruptos, de cómo se enriquecen siempre los mismos mientras los demás, nos sumimos poco a poco en la pobreza.

Eso fue lo que me contaron cuando hacía cola frente a la oficina del Inem, esperando ese trabajo que nunca llega, esperando una respuesta amable y dejar de ser el 125, o el 214, o el 16, cuando me levantaba muy, muy temprano y conseguía estar de los primeros en la cola, aquella inmensa cola que nunca parecía tener fin, enorme el primer día, inmensa el segundo y así día tras día, más grande.

¿Quieres cambiar las cosas?, como no voy a querer, en mi casa no entra un sueldo desde hace más de un año y las perspectivas no son nada alentadoras, subsistiendo a base de chapuzas de aquí y allá, con un banco que corre detrás de ti como si fueras un delincuente, toda la vida pagando para que en menos de un mes te conviertan en nadie, pero si el director siempre era amable conmigo, cualquier cosa que cambie será para mejor, ya nada puede ir a peor.

Mi mujer discute todos los días, los niños piden y yo no puedo hacer nada, esperar y esperar en la cola, mientras llega el día en el que mi casa no será mía. Al menos ellos me escuchan, me hacen compañía, muchos tienen los mismos problemas que yo, otros no, sin embargo se preocupan por los que no tenemos esperanza, nos la dan, porque conseguirán cambiar las cosas, me lo han prometido.

A veces discuten sobre historias que no entiendo muy bien, charlas un tanto aburridas sobre un tipo, una especie de general de un ejército o algo así, un gran jefe, y otros tíos de los que no recuerdo tampoco el nombre, me importa un comino lo que hicieran o no, son cosas que pasaron hace un montón de años, si ellos dicen que era así, pues así será, qué más da, con tal de la llegada del cambio, sólo tenemos que levantar el brazo y decir en voz alta unas palabras que ni siquiera sé lo que significan cuando terminan.

Trabajaba en la construcción desde los 16 años, deje de estudiar, no era lo mío, no podía concentrarme lo suficiente, en cambio el trabajo si lo hacía bien, me gustaba trabajar, ganaba dinero y vivía bien, mi mujer también tenía un buen trabajo, era cocinera en un hotel, la conocí haciendo unas pequeñas reformas en su cocina, me gustó desde el principio, olía a galletas recién horneadas, esas deliciosas y sabrosas galletas con un toque a canela que untabas en la leche, mientras los grumitos del cola cao flotaban en la taza, esperando ser pescados por la cucharilla. Ya no huele a galletas, ese aroma ha desaparecido como su sonrisa, ya no es como antes, ni siquiera puedo tocarla, no recuerdo hace cuento tiempo no siento sus galletas. Pero todo cambiará, ellos lo conseguirán, están tan seguros, aunque haya que hacer ciertas cosas desagradables, alguien tiene que hacerlas, siempre lo dicen, después, todo será mejor. Quiero trabajar, necesito trabajar.

Los compañeros me esperan en la esquina, el negocio está en la siguiente calle, el muy cabrón no paga impuestos y recibe un montón de subvenciones, con lo que ha podido abrir otras dos tiendas mas. ¿Cómo coño se entiende eso?, siempre nos lo dicen, nos enseñan las cifras, informes que obtienen y que el gobierno oculta, todas las ayudas que les dan, todo el dinero que se pierde por su culpa. ¿Para qué les dejan venir?, que se largue a su país, las tiendas deberían ser nuestras, darían trabajo al menos a otras diez personas, otras diez familias y no la suya, a la que ha ido trayendo poco a poco, más gente de su país, más gente instalándose y quitándonos los pocos trabajos que hay, diez familias a las que dejarían de perseguir los bancos. Seguro que el director de mi sucursal le trata muy bien, ya me avisaron, los bancos al final son de ellos y les benefician.

Le asustaremos un poco, para que se largue y vuelva a su sitio, así dejará las tiendas y podrá hacerse cargo de ellas alguien de aquí, a lo mejor me daban trabajo, nunca he sido dependiente, pero es igual, incluso a mi mujer, tenía una preciosa sonrisa para poder estar detrás de un mostrador, trabajaría y todo volvería a ser como antes.

El hombre cierra su negocio mientras nos acercamos, creo que somos demasiados para espantarle, en principio solo íbamos a venir unos cuatro, pero cuento como doce o trece, algunos no sé ni quiénes son, tan tapados con sus bragas y sus gorros, apenas distingo a unos pocos. Me siento un tanto incómodo con este bate en la mano, parezco un matón de tres al cuarto, me dijeron que lo llevara encima por si las cosas se complicaban, ¿complicarse?, pero si es un hombre de cincuenta y tantos, escurrido y solo, ya sólo con vernos se va a cagar en los pantalones, además acabo de ver a unos cuantos con cosas metálicas en las manos. Creo que voy a dejar el bate en la esquina y luego volveré para recogerlo y devolverlo. Mi gesto parece llamar la atención de uno de mis acompañantes, con una sola mirada impide lo que había pensado, bueno, seguiré con el bate en la mano, tampoco pasa nada.

Rodeamos al hombre, está muerto de miedo, nadie dice nada, hay un silencio sepulcral, no me gusta, sólo hemos venido a asustarle, a decirle que se largue, que nos deje sus tiendas, que se vaya por donde vino, así podré trabajar, ¿porque nadie dice nada?.

De pronto aparece alguien, un hombre se interpone entre nosotros y el comerciante, le conozco, es mi vecino, ¿qué coño hace aquí?. Dice que nos larguemos, que llamará a la policía, que dejemos en paz a la gente de bien, ¿porque narices le defiende?, pero si es mi vecino, ese con el que nunca he hablado, ese, que todos los días, recorre el mismo camino, el que está en la misma cola, el que espera como yo, no lo entiendo, ¿no se da cuenta de porque lo hacemos?. Uno de mis compañeros se adelanta, el vecino le increpa para que les deje en paz, pero él responde con un puñetazo sobre su cara. Dios, sangre.

El vecino perplejo comienza a pedir socorro y la calle comienza a llenarse de luces, casas que despiertan ante los gritos de auxilio, mis compañeros empiezan a responder todos a la vez, dando golpes a diestro y siniestro sobre mi vecino y el comerciante. Parad, parad, solo queríamos asustarle, parad, es mi vecino, le conozco.

Intento detener a mis compañeros, consigo llegar hasta los cuerpos de los dos hombres tirados en el suelo colocándome sobre ellos para evitar que los golpes sigan llegando hasta ellos, me verán y pararan, soy uno de ellos, me escucharan, siempre lo hacen.

He despertado en un hospital, la policía acaba de venir, apenas he hablado, el vecino está a mi lado, tiene la cara amoratada por el puñetazo, el les ha dicho todo lo que querían saber, ni siquiera les ha mencionado que iba con ellos. Parece que tengo algunas costillas rotas y el cuerpo magullado por los golpes, recibí la mayor parte, nada serio, me recuperaré. Cuando se han ido se ha vuelto hacia mí y me ha dicho que no puede prometerme un trabajo, pero sí, que cuando salgamos de aquí, todos los días, iremos juntos a la cola, esperaremos y cogeremos los números de la suerte, incluso me ha hablado de acudir la semana que viene, si me dan el alta, a una manifestación en protesta por la falta de empleo.

Le he contado todo a mi mujer, al principio parecía espantada, pero al prometerle que todo se acabó, que nunca volveré a esas reuniones, ha vuelto a sonreír, y yo con ella, luego me ha dado una gran sorpresa, el comerciante la ha contratado, necesitaba gente para llevar sus nuevas tiendas.

Algo ha cambiado, como ellos prometieron, sin embargo no creo sea de su gusto, o al menos, no como ellos esperaban, mi mujer diría que un solo garbanzo negro puede estropear un cocido completo. Tiene gracia, el negro soy yo.

El olor a galletas impregna de nuevo toda mi casa.

6 comentarios:

  1. ¿Desempleo? No es un problema de los gobiernos, es un problema de que somos exageradamente demasiados para el mundo. No cabemos y no nos damos abasto para nada. Sonará cruel; pero creo que lo mejor que nos pudiera pasar es una guerra. Que muera mucha gente. Una peste mundial. Más espacio para todos, recursos mejor distribuidos... aunque después de ver las estadísticas del siglo XX, el cual fue el siglo donde hubo más muertos por actos bélicos, y ver que la población creció exponencialmente, creo que la gente nace de balas

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  2. No se arreglan las cosas empeorándolas más Asura. Estoy segura que planteándotelo de nuevo verás que las soluciones son de otra índole, todos tenemos derecho a la vida, pero, todos tenemos el deber de mejorarla, la nuestra y la ajena.

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  3. ¿Por qué consideras que la muerte es empeorarlo? Además, en una guerra hay mucho trabajo para soldados, servicios funerarios, fábricas de balas, armas, tanques, aviones, barcos y misiles, la destrucción de países origina empleo al tener que reconstruirlos de nuevo (Ingenieros, topógrafos, arquitectos, diseñadores, decoradores, albañiles) y los hijos de los muertos ya no tendrán que pelear con tanta gente por entrar a la escuela, trabajar, casarse, porque hay menos competencia al haber menos gente... Bueno, creo que soy un maldito después de todo, espero no me dejes de querer por pensar así

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  4. Madre, esto es como volver al S.XIX, y enfrentarnos de nuevo contra las teorías Malthusianas.
    La superpoblación del planeta es un problema serio, y se han intentado muchas políticas para remediarlo, pero aun así, una guerra traería una reducción drástica de la población, y un aumento de diversos sectores, pero ante todo somos seres humanos y por suerte, no hemos vivido ningún conflicto bélico (al menos yo) y las consecuencias de ello, no son nada alagüeñas para los que sobreviven.
    Ahora bien, si lo que queremos es que esas guerras se produzcan lejos de nuestro hogar, eso es demasiado egoista y ¿quienes somos nosotros para quitar una vida? o ¿regocijarnos de ello?.

    Un saludo.

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  5. Hantara, yo te recuerdo, espero que estés bien

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  6. Yo recuerdo tu nick, pero tienes que perdonarme, porque mucho más no recuerdo jejeje, pero vamos, que nunca es tarde para volverse a encontrar.

    Un abrazo amigo.

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