No me pidas que te mire, porque si lo hago, me perderé en tus ojos, consiguiendo hipnotizarme, sumergiéndome de nuevo en las cálidas aguas de tu mar azul, ahogándome, y volveré a creer, a tener esperanza, y la esperanza llevará a la ilusión, y la ilusión a los sueños, esos en los que construyo un Pegaso que acude a socorrerme, sacándome de las profundidades para surcar los cielos, mientras el mar bajo mis pies sigue llamando, tu heraldo, tu mensajero, aquel que yo crearé y bautizaré, como si formara parte de ti, e imaginaré que me lo envías como un regalo, un presente que me acerca al fondo de tu alma.
No me pidas que te mire, porque si lo hago, me olvidaré de todo, las invenciones se tornarán verdades, pesadillas que a veces interferirán el vuelo del salvador, como si de simples nubarrones a esquivar se trataran, y ni siquiera los vería, seguiría mi camino hacia anhelos imposibles, que se volverían posibles, convirtiéndose en ciertos, y el terrible pavor que infunde la incertidumbre se desvanecería, y seguiría hacia delante montada en tu luz, mi luz, pero la transformaría en tuya, para llenarme de fe ciega, de esa que no deja ver más que los rayos que ella misma proyecta.
No me pidas que te mire, porque si lo hago, construiré una coraza para no escuchar al viento susurrarme, ni notar a la lluvia mojarme, o al frio granizo aporreando mi cabeza, pequeños golpecitos sobre mi armadura, toc, toc, toc, no, no , no, no le mires, todos ellos pasaran de largo sin disuadirme, sin conseguir diezmar mi voluntad exclusiva de tus ojos, lo que hiciera falta por continuar en ellos, coraza que será armadura y de nuevo la guerrera cabalgando hacía la victoria prometida y que en un momento dado luchará contra los elementos para que ellos mismos, se dobleguen, hasta que sus susurros sean los soñados, el viento, la lluvia, el granizo, todos hablaran de ti, conseguiría hasta que el clima fuera tu aliado.
Pídeme que te mire, porque si no lo haces, nunca volverán los caballos alados, no podré inventar maravillosas historias, donde Blanca Nieves contrariadas esperan príncipes extraviados, mientras las manzanas se pudren en sus entrañas, ni siquiera seré una reina del caos, sin reino, ni vasallos, y los caballeros no acudirán en mi ayuda para conquistar ciudades de nombres evocados, no tendré quien empuje el columpio de los sueños y se apagarán, poco a poco, sin poder ser contados.
Y te seguiré echando tanto de menos. A ti, y a tus mentiras.
Esta es mi forma de pedirte que me mires:
ResponderEliminarOjos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué, si me miráis, miráis airados?
Si cuando más piadosos,
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay tormenos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos
(Gutierre de Cetina)