domingo, 17 de junio de 2012

Cremalleras Rotas


 


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El viejo sastre tenía que jubilarse. Demasiados años trabajando para el Invierno, mucho cansancio acumulado, abrigos y más abrigos para surtir a los nuevos retoños y a aquellos, que año tras año, crecían y dejaban los anteriores por resultarles ya pequeños.
Debería  haber dejado aquello hacía tiempo, mas no encontraba sustituto, ninguno de sus ayudantes parecía idóneo. Cumplían su labor a la perfección, pero carecían de la visión necesaria y general que poseía el Sastre del Invierno. Probablemente, el especialista en abrigos de pinaceas, podría sustituir al de cupressaceas, pero en ningún caso cabría esperar hiciera lo mismo con el de frutales de pepita, y ya no digamos con aquellos encargados del reino animal.
El trabajo del Sastre del Invierno requería una visión global, y particular a la vez, cada una de las criaturas necesitaba de un abrigo especial que el sastre se encargaba de diseñar. Les proporcionaba un invierno tranquilo, la protección necesaria para las frías temperaturas y completar su desarrollo, resurgiendo sin daño alguno con la llegada de la Primavera.  Realizaba los bocetos, para despues ser enviados a cada uno de los Especialistas encargados de completar el trabajo,  y pasar entonces a fábrica, donde todos los abrigos se confeccionaban a tiempo, disponiendo entonces los Vestidores de las prendas necesarias para cubrir a todas las criaturas, cuando el Invierno comenzara su trabajo.
 La llegada del Invierno aun no estaba cercana, sin embargo, el sucesor debía ser hallado rápidamente. Su preparación requeria del valioso tiempo que estaba comenzando a faltar. Además, el Invierno, no podía permitir se volvieran a repetir los últimos errores, las cremalleras de los abrigos habían comenzado a estropearse, y todo, corría peligro. Por muy bueno que sea el material de un abrigo si el cierre falla.
Hasta que un día, las esperanzas del viejo Sastre se vieron satisfechas cuando le encontró, en su taller, sentando junto al torno en el que elaboraba un botón especial, un regalo,  y vió todos los demás, inundando aquel pequeño obrador, botones y botones, únicos y particulares, haciendóselo saber al Invierno, que  sin mediar palabra, corrió a buscarlo  y se lo  llevó de inmediato a sus dominios.

Continua

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