jueves, 26 de mayo de 2011

INVISIBLE

Conocí a Laura un día paseando por el Retiro, ensimismado en mis pensamientos, plagados de, que voy a hacer con mi vida, cuarentón en paro, dedicando sus ratos a escribir la novela de su vida, viviendo de unas pequeñas rentas obtenidas a través de una herencia familiar…… Llevaba cierto tiempo andando, y encontrándome en cierta manera cansado, me senté en un solitario banco.

Tan absorto estaba, que no reparé en ella hasta escuchar un fuerte

-¡Cuidado¡¡¡, que te sientas sobre mí.

Mis disculpas fueron inmediatas, pero ahora, después de saber su historia, creo firmemente que realmente no la vi, y cuando digo “No la vi”, es completamente cierto, ya que mis ojos, no eran capaces de vislumbrarla. Resultaba invisible para los mismos.

-¿Me ves?

Extraña pregunta, pero no tanto, si la información llegada a tus sentidos, es la de una figura un tanto difusa que no acabas de apreciar.

De aquel día poco recuerdo, si a imágenes nos referimos. Me resulta difícil poder describir dadas las circunstancias, la figura de Laura, se hizo más nítida, a medida que fueron pasando los días y nuestras conversaciones fluyeron.

Sin embargo, lo que si rememoro a la perfección, es una suave voz, un tanto grave, que acompasaba las palabras, pareciendo escuchar una melodía , y una suave y fresca fragancia a hierba recién cortada, mezclada con el aroma que las rosas desprenden al atardecer.

- ¿Me estas viendo?.- Volvió a preguntar.

- Si claro.- Respondí.

- Hace tanto tiempo que nadie me ve, en realidad es algo que deseé.

- ¿Cómo alguien puede desear algo así?- Pregunté.

Durante dos semanas volví a aquel banco, catorce días en los que mantuve con Laura conversaciones de todo tipo mientras relataba su historia.

Literatura, Arte, Música, …….

Una mujer versada, cuyo nivel cultural superaba con creces al de la mayoría, pero que en ningún momento generaba en mi persona, sentimiento alguno de inferioridad o mal estar.

Laura, era capaz de contarte como una enfermedad de la patata, fue la causante de la muerte de un millón de irlandeses a mediados del siglo XIX y el desencadenante principal de la emigración de los mismos hacia tierras americanas, y de pronto, cambiar radicalmente de tema hablándote de una iglesia románica situada en la provincia de Zamora, relatándote todo tipo de entresijos surgidos en su construcción, aportándote detalles sobre fechas exactas de equinoccios en los que los rayos de sol incidían directamente sobre el relieve de dos ángeles elevando un alma al cielo, asemejando en ese momento cobrar vida tales figuras.

Todo ello, intercalado con pequeños retazos de su historia, ya que, según ella, el hablar constantemente de uno mismo, se consideraba de muy mala educación, además de resultar de un gusto nefasto.

Aquellas conversaciones, se extendían durante horas hasta casi entrada la noche viéndonos obligados a abandonar nuestro banco parlante con prisas, casi corriendo algunas veces. Y digo conversaciones, puesto que aun pareciendo que solo fuera ella la que relatara, contara historias, conseguía participaras de las mismas, pareciéndote al final eran tuyas. Ella aportaba los datos y tú los disponías a tu manera.

Si me rezago hablando de ella, y no centrándome desde el principio en su extraña historia, es debido a que desde mi punto de vista, y así lo siento, Laura, además de ser protagonista de un suceso, llamémosle peculiar, merece ser descrita, recordada, conocida por su persona, por su capacidad de conversar, por la agradable sensación que infundía su compañía, por su encantadora voz, tantas y tantas cosas, y no solo por ser una mujer que un día deseó algo que le fue concedido.

Quizás lo resuma mejor diciendo, que la persona de Laura, ha sido tan importante o más, como su historia.

Todo comenzó, cuando según ella, sufrió cierta decepción. Para muchos, una decepción normal, cotidiana, algo que a todos en cierto momento nos ha acontecido. Como ella decía, se hartó de escuchar consejos y frases hechas que de nada servían, y contrariamente, a lo que los demás intentaban, más la sumían en una tristeza de la que no era capaz de salir.

Nunca me explicó en qué consistía aquella decepción, por mucho que rogara durante aquellos días, ella siempre insistía en que la causa originaria, prefería guardársela para si misma. Supongo y ahora quizás entiendo, no se sentía capaz de volver a escuchar consejos baratos de nadie.

Así que sin más, una noche, aburrida y hastiada de los demás, deseo ser INVISIBLE.

Y lo consiguió.

Comenzó por dejar de hablar, no cogía el teléfono, no contestaba al interfono de su casa, salía a la calle dejando de saludar.

Al principio fue difícil, hay gente que se resiste a dejar de verte, pero con el tiempo, las personas desertamos y continuamos nuestro camino.

Poco a poco, logró pasear sin que nadie reparara en su persona, incluso cambió de indumentaria, utilizando otra de tonos mas apagados y grises.

La gente comenzó a tropezar con ella por las calles, signo evidente de su cada vez más difusa figura. Una vez incluso consiguió salir del supermercado sin pagar al no ser capaces de cobrarle

- Todos tienen prisa, nadie quiere guardar la cola, van adelantándose y adelantándose, y tu, cada vez más atrás hasta que ya no te ven

Dejó su trabajo como profesora de literatura, obteniendo un puesto en una gran multinacional, donde montones de despachos se agolpaban unos al lado de otros, detrás de cientos de papeles, cientos de ordenadores, cientos de archivos, cientos y cientos de cosas. Allí nunca fue Laura García, era, simplemente, el despacho 209.

Su única compañía permitida, eran sus libros y unos destartalados cascos, donde escuchaba sin cesar el álbum Stars de los Cranberries.

Muchos podrían considerar que Laura se aisló del mundo, sin embargo, ella siempre decía que eso era una tonta excusa para no ver la realidad, bueno, en realidad, el caso era no ver.

Se consideraba un animal de costumbres. Recorría todos los días laborables el mismo trayecto desde su casa al trabajo, utilizando tres líneas diferentes de metro repletas de gente hacinada en vagones, donde Laura se perdía entre piernas y brazos ajenos.

Un día le pregunté si pagaba el metro. Ofendidísima me contestó que sí, por supuesto, durante una semana había confirmado su invisibilidad colándose sin pagar, pero una vez comprobado, consideraba muy poco cívico por su parte continuar haciéndolo.

- Una cosa es desear ser invisible y otra muy distinta el ser una estafadora.

Paseaba todos los días al atardecer por el Retiro, sentándose siempre en el mismo banco, nuestro banco parlante, y todos, todos los sábados, excepto aquellos impedidos por la climatología adversa o la política del establecimiento, visitaba el zoo.

- Cuando deseé ser invisible, solo lo hice pensando en las personas, nunca incluí en ese lote a los animales.

Acudía a conciertos, veía películas en los cines del barrio y nunca se perdía una buena obra en la temporada de ópera.

- La invisibilidad, impide la venta de entradas de todo tipo en las taquillas, pero una vez descubres la posibilidad de comprar todo lo deseado a través de internet, es sencillo, lo mejor es observar la cara del acomodador, cuando una entrada aparece en su mano, como por arte de magia.

En muchas ocasiones, discutimos sobre la necesidad de las personas para relacionarse con otras, en mi caso, aun siendo un solitario por gusto y decisión propia, siempre acudía regularmente a las casas de familiares a pasar tardes regadas de cafés, u organizaba tertulias nocturnas con amigos, donde los riegos eran de graduación mayor. Sin embargo, ella defendía la paz conseguida con aquella invisibilidad y que, aun echando de menos, en ciertas ocasiones, las conversaciones o el calor de otros, el volver a mostrarse junto a sus consecuencias, resultaba un precio muy alto en relación.

- Pero entonces Laura, si no existe necesidad por tu parte, ¿Por qué de estas conversaciones?

- Eso es algo que tú tendrás que descubrir.

Me crispaba un poco cuando comenzaba con sus pequeños misterios.

Cumplido el día número catorce de nuestros encuentros, sentados en el banco parlante, interrumpió de pronto una animada charla, sobre la doble moralidad de ciertos políticos norteamericanos, tan pulcros y beatos en la calle, tan carnales y viscerales detrás de las puertas de sus casas, diciéndome que ya no la vería mas.

- A partir de mañana no me verás

- ¿Cómo dices?

- Mañana seré invisible para ti.

- Pero Laura, ¿aun sigues pensando que eres invisible?, yo te veo, constantemente, incluso si cierro los ojos puedo hacerlo.

- A partir de mañana no lo harás.

Continuo conversando, consiguió hacerme olvidar aquella interrupción, pues recuerdo el despedirme tal y como lo hacía todos los días, con un hasta mañana a la misma hora.

Al día siguiente, camino del Retiro como todos los días, recibí una llamada. Era un buen amigo instándome a reunirme con él de manera urgente.

Un buen amigo, al que dejaba ojear los pesados y poco digeribles capítulos de mi inacabable novela, pero que desde hacía dos semanas, había comenzado a leer unas cuartillas desperdigadas, a las que yo no daba excesiva importancia, y que bautizó con el nombre de pequeñas San Juanadas, en honor a su autor e incluyendo el término San, al considerar, entre risas y bromas, el haber recibido cierta ayuda divina para escribir aquello.

Parece que un par de días atrás, tomó aquellas hojas, llevándolas consigo sin yo saberlo a conocidos suyos, mostrando estos, un interés inmediato, en conocer al autor de las mismas.

Raudo y veloz me apresuré acudiendo donde mi amigo me solicitaba, presentándome en el lugar indicado donde conocí a los que a partir de aquel día serían mis editores.

Aquellos papeles embadurnados, fueron los primeros de una larga lista de relatos, que fui escribiendo sin parar, a lo largo de los dos siguientes meses.

Encerrado en mi pequeño ático, escribí y escribí sin cesar, hasta terminar aquella fantástica saga surgida de mi mente.

Y en el preciso instante en el que la última palabra fue escrita, su nombre volvió a mí. “Laura”.

Corrí hacia el Retiro, hacia el banco parlante, la busque durante horas, durante días, semanas que se transformaron en meses, recorrí una y otra vez el camino del que ella me habló para llegar a su trabajo, pregunté en todas partes , en su casa, nadie sabía nada.

- Si, la vecina de arriba, nunca la he visto pero si, está por ahí, a veces la escucho cantar.

Incluso estuve en el famoso despacho 209 unas cuantas veces, pero nunca encontré a nadie.

- No tengo ni idea, el trabajo está hecho y eso es lo que cuenta.- Me decían allí.

Visité el zoo los sábados, con la esperanza de encontrar un mono parlante como nuestro banco, o un elefante cantarían, dándome alguna pista. Tampoco tuve suerte.

Hasta que un día desistí.

Continuo escribiendo, he logrado cosechar cierto éxito, gracias a mis “San Juanadas” y algunas columnas de autor en unos pocos periódicos nacionales. Mis tertulias regadas con licor son bastante más asiduas y en alguna ocasión, han sido trasladadas a un programa de radio, pero más importante si cabe, es la satisfacción personal que todo ello ha supuesto.

Echo de menos a Laura, ojalá pudiera verla, quizás algún día cuando ella decida, vuelva a mostrarse y me permita vislumbrarla.

Sigo paseando por el Retiro, sentándome en nuestro banco parlante, cierro los ojos transmitiéndole un gracias. He comprendido que nunca tuvo necesidad de mostrarse, el necesitado era yo, ella era la generosa. Es entonces, cuando me llega una fragancia a hierba recién cortada, mezclada con el aroma que desprenden las rosas al atardecer, acompañada de una voz suave, con cierto tono grave, tarareando el Just my imagination de los Cranberries.

viernes, 13 de mayo de 2011

PARANOIA CINÉFILA

Los caballeros siempre se quedan con las rubias.

Con las morenas, se divierten, mas no tienen la suficiente valentía para permanecer junto a ellas. Montañas rusas que suben “Hasta el infinito y más allá” bajando a velocidades de infarto, sensaciones a flor de piel cual trapecios, donde Ginas Lollobrigidas se balancean sin red.

Los caballeros, utilizan su título para gestar grandes proezas, combatir contra el enemigo, o salvar doncellas como Grace Kelly, en Mogambos africanos de peligros insospechados, mientras cazan y encarcelan animales bellos como Ava.

Sin embargo, cuando una montaña rusa aparece frente a ellos, escondida en una alfombra egipcia, la desenrollan, la miran, la desean y no pueden reprimir el impulso, de comprar un billete iniciando el recorrido. Pero eso si, siempre de ida y vuelta, para así, poder regresar cuando deseen, sin decir nunca “Como desees”, cerca de los cabellos dorados del trenecito chu chu.

¿Los caballeros las prefieren rubias?

Ya lo vimos con Ivanho, despreciando una morenaza como Elizabeth Taylor, por una rubia insulsa llamada Joan Fontaine. Pero claro, Elizabeth, no era una montaña rusa, era un parque de atracciones completo.

Yo no quiero teñirme el pelo, ni siquiera darme unas mechas, mira como le fue a Rita en la Dama de Shangai. Prefiero un vil rufián renegado, que se monte sin comprar billete, convirtiéndome en una Replicante, a la que un caza recompensas lleva en un coche, mientras las ovejas sueñan con androides.



domingo, 8 de mayo de 2011

2. ALICIA SE DISTRAE


Como una loca Alicia recorre la ciudad en su utilitario destartalado. Debería cambiar de coche pero llevada por un sentimiento tonto no lo hace, tanto tiempo con ella que no quiere deshacerse de él. Demasiadas cosas juntos. Viajes, besos, calentones sin ser enfriados, otros tantos apagados y no solo los de su coche. De nuevo su pasado y su presente se mezclan, las sillas de sus hijos sobre los asientos de un viejo coche, donde su madre desfogaba pasiones.
Corre. Quiere llegar antes de que cierren. Ha tomado una decisión, acertada o completamente equivocada, pero una decisión al fin y al cabo. Algo es algo.
Se va, ¿huye?. Probablemente, pues es muy dada a este tipo de actuaciones, se le dan muy bien las fugas. Ella en cambio lo llama, “Tengo que mantener mi mente distraída”, encontrar, buscar algo que salvaguarde su cabeza en otro lugar.
Debería haberse enfrentado a su marido, contarle realmente lo que ocurre, decirle la verdad. Explicarle que le quiere, le aprecia, que probablemente podría seguir con él, pero todo ello implicaría sacrificar una parte de si misma, ¿pero cuanto? (Nunca aceptarías una invitación para zambullirte conmigo en la Fontana de Trevi, no serías Marcello, ni yo la Silvia de tu Dolce Vita).
Sin embargo, el miedo, la culpa, solo le permiten ver una solución, escapar, distracciones.
Tendría que asumir también su apego a un recuerdo, pero eso es aún peor, declarar abiertamente que quieres algo que ya no existe, algo intangible, algo que solo permanece en tu memoria y que tras largos años una fotografía despierta de nuevo. Es difícil de entender, ella misma rechaza por completo cualquier atisbo de todo eso en su cabeza. (Necesito salir de aquí).
- ¿Qué te vas?, pero… ¿cuantos días? ¿a dónde? ¿Y los niños?
- Unos días, he pensado que me vendrán muy bien unas mini vacaciones, además ya sabes que a ti no te gusta viajar y por los niños no te preocupes, ya he hablado con tu madre y te ayudará en todo. El plan es estupendo, recorrer parte del país visitando castillos, fue algo que escuche en la radio y me pareció tan buena la idea, no he podido resistirme. (Mentirosa, huyes, te irías a la conchinchina si pudieras)
- Pero Ali, no sé, me parece muy precipitado y además tu sola.
- ¿Qué tiene de malo ir sola?, es un viaje organizado así que compañía no me faltará, eso no es un problema.
- ¿Y qué es eso de los castillos?, pero si a ti nunca te han interesado los monumentos.
- Claro que me interesan, pero de verdad, no te preocupes, si ocurriera cualquier cosa solo tengo que alquilar un coche y volver, al fin y al cabo no me voy lejos.
Mientras conduce recuerda esta conversación. Una vez más el sentimiento de culpabilidad la embarga, sacude su cabeza como si con ello pudiera quitarse, esparcir al viento los remordimientos.
Acelera, llega tarde, solo faltaba después de tantas explicaciones perder esta decisión, hoy es el último día para pagar la reserva. Lo ha volcado todo en este viaje, su mente solo y exclusivamente ha pensado en él desde que lo escucho. Así se mantenía ocupada, no dando vueltas y más vueltas regodeándose y recreándose en esa sensación de pérdida que tanto la persigue (Ojalá pudiera sentir aquello una vez más,…nooooooo, el viaje, el viaje, el viaje).
Frena en seco, casi deja a un lado el lugar al que se dirige, absorta como está en sus pensamientos. Una minúscula agencia de viajes en un barrio de las afueras, escondida entre pequeñas tiendas de comestibles, mini bares, peluquerías, ferreterías, negocios con horarios imposibles. Todo es chiquito en estos lugares, excepto los horarios.
(Agencia de Viajes “El País de Nunca Jamás”, te llevaremos, hasta donde tú quieras llegar). Sonríe cuando esa ocurrencia le viene a la cabeza. Si así se llamara, quizás encontrara un buen instructor de vuelo para por fin despegar en el mundo real, ya que en el onírico, siempre lo hace. Si algo caracteriza los sueños nocturnos de Alicia es, que siempre vuela. Independientemente de la temática del sueño, el volar, es tan común, como el andar, correr o saltar. Nunca se lo ha confesado a nadie, la tomarían por loca, pero a veces cree que en un momento dado pudo hacerlo, aunque su madre siempre recuerde entre risas y jolgorio de comidas familiares, los trompazos que se llevó haciendo prácticas en el pasillo de su antiguo hogar de infancia.
El tintineo de la campanita al abrir la puerta resulta ser un buen despertador, trayéndola de nuevo y mostrándole un lugar repleto de folletos que se apilan en estanterías, objetos extraños de viajes a países lejanos, recuerdos, souvenirs de estridentes colores. Los ojos de Alicia recorren el interior del local haciéndole ver la cantidad de horas que podría pasar allí, investigando, leyendo, buscando.
Cuatro personas más esperan. Delante, una mesa, evidentemente, repleta también de papeles pero sin dueño aparente.
- Hola
Su saludo es correspondido con cuatro sonrisas masculinas que se vuelven al escucharla. Dos hombres sentados frente a la mesa que parecen conocerse a juzgar por sus posturas y su forma de sentarse, uno al lado del otro, y otros dos de pie.
- ¿No nos atiende nadie?
Uno de ellos, responde con un gesto la pregunta señalando un cartel.
“VUELVO ENSEGUIDA”
- Oh, vaya, no lo había visto.
Carteles como ese pocas veces se ven ya. ¿Quién es capaz, de dejar un negocio ahora ,sin cerrar una puerta?. Pero, que agradable sensación la de encontrarse en un lugar en el que su dueño o dueña confía en hacerlo sin más.
Se sienta en una de las sillas cercana a la salida. Desde allí, tiene una panorámica perfecta de todo, incluso puede mirar sin ser vista a los cuatro hombres (Cotilla). Coge uno de los folletos que le queda más a mano y lo abre como si pensara ojearlo.
El hombre de la derecha, cercano a los sesenta mas o menos, su mirada clavada en los zapatos, parece llevar tiempo aquí dado que ya no sabe donde apoyarse.
El hombre de la izquierda, treinta y tantos, cuarenta, alto, muy alto, leyendo un folleto que tiene entre las manos. (alto, manos perfectas y cuidadas, seguro suaves al tacto , que dedos, me gustan los dedos largos, cuando se aferran a ti parecen no tener fin, dedos infinitos recorriendo tu cuerpo….¿ pero qué narices estoy pensando?)
Los dos sentados frente a la mesa, continúan una conversación que debió verse interrumpida por la entrada de Alicia. En realidad, mas que una conversación, es un monólogo sostenido por el de mayor edad, mientras el más joven escucha. Parece hablar en francés, aunque se atrevería a decir que podría ser belga, ciertas palabras escuchadas y una entonación muy familiar, le recuerdan a un compañero y gran amigo de la facultad oriundo de aquel país. Sin embargo, su atención se centra más en el joven, el que escucha, el receptor de los mensajes, atendiendo a los mismos con una devoción incondicional desprendida por unos ojos fijados en el emisor. (Que intensidad desprenden al contemplarlo).
El orador repara en esa mirada y sonríe mientras su mano se alza para acariciar con ternura el rostro del que escucha.
Espectadora de esta maravillosa escena, sumergida por completo en la película emite un profundo suspiro que…Alicia!!! Despierta!!!! te han oído.
(Tierra trágame, ¿he hecho yo eso?, que vergüenza). Los cuatro pares de ojos que hay en la agencia están clavados en ella, incluso todos los souvenirs y los folletos la señalan, todos reprochándole el inmiscuirse así en la intimidad de las personas.
- Perdón, lo siento.
(Silencio, silencio, no se escucha nada)
- Parece que no quieren atendernos.
Dice una voz acompañada de una sonrisa que contagia a todos, incluida la autora del incomodo suspiro. Alicia mira a su benefactor agradeciéndole con un gesto su repentina intervención.
(Tenias que ser tú mi salvador, ojos claros de largos, infinitos dedos)
El tintineo de la campana hace que todos vuelvan la vista hacia la puerta.
- Discúlpenme, he tenido que salir un momento. Vaya, vaya, que cantidad de gente, les atenderé enseguida
La mujer de la Agencia, tan pequeña como su local. No sabe porque, pero de pronto ha pensado que aquella señora, podría haber entrado soltando un “Por Orticón, Pumblicón y Satiricón”, mientras Santiago Auserón la seguía cantando el “No se ría, no se ría” y a nadie le hubiera extrañado. (¿Donde narices me he metido?, ja ja ja ja)
- Bien, si me lo permiten, atenderé primero a aquellos que estén interesados en la ruta de los Castillos, hoy es el último día y debo confirmar las plazas reservadas.
Las cinco personas que hay en la sala se acercan hacia ella.
- Qué casualidad, ¿no me digan que todos ustedes van al mismo lugar? Acérquense entonces, nos haremos sitio y les iré explicando todo lo que quieran. Qué bonito grupo conforman, desprenden una cierta armonía. Es extraño, todos han escogido el último día para decidirse, tendrán sus razones, pero esas, ya las iremos descubriendo a lo largo del camino, ¿no les parece?.

3. ALICIA EN LA DILIGENCIA

viernes, 6 de mayo de 2011

1. ALICIA. EL COMIENZO


Es domingo, Alicia mira los juguetes de sus hijos esparcidos por el salón.
Toca recoger.
Algo habitual, una acción automática que no necesita de su cabeza. Las muñecas y los coches en la caja amarilla, los cuentos y las pinturas en la caja roja, las piezas del juego de construcción en el bote azul. Qué más da!!!, volverán de su paseo y todo se esparcirá de nuevo, sin importar el lugar donde se han colocado.
Hoy, además, los niños han encontrado el antiguo álbum de fotos, una vieja reliquia guardada celosamente por Alicia en uno de los cajones del armario. El segundo cajón empezando por arriba, esquinita derecha.
Estos críos!!!!, al final siempre lo encuentran todo. Por mucho empeño que se ponga en esconder, lo oculto acaba saliendo a la luz si tienes dos bichitos activos y con ganas de investigar.
El pasado de Alicia inunda toda la habitación junto a juguetes de vivos colores. Sonrisas, abrazos, personas jóvenes y despreocupadas se mezclan con la casita de Pin y Pon, los guerreros de la luz, y los vestidos de una muñeca despeinada, a la que se le ha pintado la cara, como si de un indio comanche se tratara.
Extraña mezcolanza de un pasado y un presente tan distintos. En el fondo, quizás parecidos. Los vivos colores de sus hijos combinan a la perfección con las risas, las bromas y la alegría de aquellas imágenes.
Alicia recuerda nostálgica con una sonrisa en su cara, mientras sus ojos observan todo aquel desbarajuste tan ajustado.
Algo llama de pronto su atención, algo que no debería estar allí, algo perdido, extraviado hacía ya largo tiempo, algo que pensaba había hecho desaparecer. Una fotografía en blanco y negro.
Reconoce de inmediato, sabe perfectamente de quien es aquel rostro, han pasado tantos años. Creía haber matado su recuerdo, aprisionado entre los grandes bloques de hormigón que ella misma dispuso en su cabeza.
Porque la cabeza de Alicia es así. Construye murallas, aprisiona recuerdos, imagina películas, pero siempre atada a un cuerpo, que no le permite ir más allá, manteniéndola ligada a una tierra real, a una vida real en la que debe representar todos aquellos papeles que un adulto tiene que asumir. Soy madre, soy compañera, soy trabajadora, soy responsable, ¿quién soy?. ¿Una cabecita loca que si no fuera por ciertas conexiones absolutamente necesarias estaría vagando constantemente buscando aventuras?.
Toma la fotografía entre sus manos cerrando los ojos. Es increíble como la memoria funciona, crees haber olvidado todo, pero no, continua allí, la muralla se derrumba y sale de nuevo todo de golpe, como si hubiera ocurrido hace apenas un instante.
Las emociones inundan el cuerpo de Alicia recordando aquellos momentos, un cortometraje rápido y completo, sentimientos perdidos, pasiones dormidas.
Y si hubiera…….