viernes, 22 de febrero de 2013

Viernes




Cuéntame tus cosas, que has hecho hoy, como te ha ido. Abúrreme con las historias de tus aficiones, coméntame que te ha pasado, pero dime que me quieres. Intercálalo entre el fantástico gol del partido que viste anoche, o los problemas del trabajo. Suéltame un “te he echado de menos”, combinado con un, ¿qué hacemos para cenar?, o ¿quieres salir esta noche?. Sorpréndeme exclamando un “qué haría yo sin ti” mientras me estás hablando sobre la dimisión del Papa,  la independencia, o esa agencia de Detectives que ahora es tan famosa. Dime que todo va a salir bien, que tu felicidad depende de mí, que soy el amor de tu vida, que me deseas, que me necesitas. Saca todo el arsenal ñoño y cursi que se te ocurra y suéltamelo sin más. Porque hoy es viernes, ese día en el que todo se relaja, pareciendo que la vida decelera un poco dándonos un respiro. Porque mañana podremos deleitarnos entre las sábanas algo más de la cuenta, sin pensar en ruidos mezquinos que suenan a horas en punto. Porque tengo ganas de ponerme ese corsé que tanto te gusta y darte todo el tiempo que quieras para quitármelo. Porque me apetece hablarle sin prisas a ese compañero tuyo que siempre me recibe completamente erguido. Y porque, ya te lo he dicho, hoy es viernes, y los Cure, siempre supieron lo que me pasa.


domingo, 17 de febrero de 2013

Muda




Te concedí un minuto para saciar el deseo de tu palabra, sin pensar en lo poco que entregaba a cambio de lo mucho que me dabas. Un minuto decorado con segundos de oro y guirnaldas. Me llevo mi tiempo, quería que el minuto fuera algo que siempre pudieras recordar.
Nunca te mentí, un minuto nada más, y aun así me llenaste con tu palabra, probablemente confiada en que el tiempo se detendría, dejando aquel minuto eterno con una sensación que para siempre perduraría.
Pero el tiempo es mortal, y los minutos pasan, aunque aquel fuera el minuto maravilloso que esperabas. Y comenzaste a suplicar al maldito reloj que parara, dar marcha atrás a aquellas agujas que tanto daño te estaban causando.
Creí  que era culpa de la impotencia, el no conseguir revivir aquel minuto engalanado, así que intenté darte otro, pensando que sería  capaz de construirte uno mejor, sin embargo no dio resultado. Y es ahora cuando me doy cuenta, me diste tu palabra, y por muchos minutos que quisiera otorgarte, no serían suficientes. Ya no hablas.

lunes, 11 de febrero de 2013

Steam



Cuando las páginas en blanco se suceden sin permitirme si quiera un mínimo trazo, prohibiéndome la entrada impidiendo ser embadurnadas, recurro siempre a los clásicos, una fuente de inspiración inagotable.

Esta vez llamé a la puerta de H. G. Wells y su Máquina del Tiempo, enfrascándome en el reiterativo, pero nunca anodino tema de los viajes al pasado, volviendo de nuevo a la paradoja que supone aparecer en algún momento de tu lejana vida y reencontrarte con tu antiguo yo, comentarle ciertos aspectos que quizás deberían ser pulidos, tentaciones de números de lotería premiados o avisos contra falsos corderos que harían aparición cerca de tu rebaño.

Aunque si bien, todos desearíamos corregir algún que otro episodio de nuestra vida, resulta infinitamente más interesante poder recorrer el pasado que nunca viviste, ¿cambias una hora con tu antiguo yo, por: una visita a la Florencia de los Medici, una tarde con Leonardo, observar a Miguel Angel esculpir su David, corretear por las calles de un Paris reinado por Josephine Baker, asistir a alguna de las representaciones de Isadora Duncan, descubrir cómo  Hatshepsut  se hizo con el poder de las dos Tierras u observar la consagración del monoteísmo llevaba a cabo por Akenaton?

Por supuesto. 

Sin embargo, el Sr Wells, estaba empeñado en utilizar su máquina para encontrar respuestas que el pasado no le otorgaba, por lo que se dedicó a viajar a un mundo futuro en el que, de nuevo, y como siempre, la raza humana provocaba un cataclismo, cuyas consecuencias futuras se transforman en, o bien un happy flower Eloi, o un caníbal Morlock recluido en la oscuridad. 

Menudas opciones, lo peor viene cuando te planteas que realmente el papel que tendrías tú, en ese futuro imaginario, es el de criatura nocturna y peluda. Si, una Morlock comedora de carne burguesa. El Sr. Wells debería ser un visionario, dado que según van las cosas, la moralina que él pretendía transmitir, está a la orden del día, “Cuida del proletariado no vaya a ser que te coma con patatas”, aunque en estos momentos no tengo muy claro quién se comería a quien.
Tras el tremendo dolor de cabeza que me produjo volver de nuevo a este también repetitivo, sin embargo absolutamente tedioso y cansino tema, decidí que el Sr. Wells me facilitara un pasaje para su máquina del tiempo, y visitar a un viejo amigo que la palabra visionario me trajo a la mente.  Siempre es agradable recorrer los pasillos del Nautilus, o viajar de la Tierra a la Luna, en un cohete un tanto particular construido a base de engranajes y más engranajes bien combinados. Estoy segura que el Sr. Verne tomó prestada la máquina de Wells unas cuantas veces, aunque parece que sus viajes fueran hacia un futuro un tanto Victoriano y vaporoso.

-          Y dígame Sr. Verne ¿qué opinión le merece este futuro?


domingo, 3 de febrero de 2013

Horrores



Tengo que dejarla. No sé cómo, pero he de hacerlo.
Cada día que pasa se hace más insoportable estar con ella. Cuento los minutos que se hacen horas interminables, y ella, aquí, a mi lado, no se separa. Su dependencia hacia mi persona me asquea, me aborrece pensar que necesita constantemente de mi compañía. Hasta su aroma me repele, todo lo que ella toca, todo lo que se le acerca queda impregnado de su olor nauseabundo.
Me repugna su presencia, todo su ser, es inaguantable, no puedo soportarlo.
Hoy se ha acercado demasiado, no he podido tolerar tener su boca tan cerca de la mía, notaba como su lengua se movía y casi vomito al pensar en su saliva asquerosa. Hasta he notado una pequeña gota que en mi cara ha caído mientras hablaba. He tenido que empujarla para apartarla pues las arcadas se sucedían de forma constante. Entonces ha empezado a chillarme, a gritarme, a increparme por haberla golpeado, mis oídos no podían soportar el sonido estridente de su voz, me los he tapado con las manos y aun así taladraba mi carne atravesándola para conseguir que siguiera escuchándola, resonando en mi cabeza sus insoportables gritos.
Me he ido corriendo al baño, he echado el pestillo para que no pudiera entrar, me he metido en la ducha, abriendo el grifo del agua caliente a tope para apagar su sonido. Que corriera el agua por mi cuerpo para limpiarme de su hedor. Pero su olor me ha perseguido. Traspasaba la puerta que nos separaba y se metía en mis fosas nasales, toda ella desde los accesos de mis agujeros intentado entrar para poseerme. Notaba mi interior invadido por su nauseabundo ser, viciando mis entrañas. Todas mis células clamando por la invasión de las suyas.
Lucho, aunque sé que no puedo ganar, su porquería se desplaza por el torrente sanguíneo corrompiendo el flujo de mi vida.
Ahora, soy yo el apestado.
Salgo del baño, su aroma me atrae tanto que no puedo evitar perseguirla  por toda la casa, necesito mas, quiero poseerla, notar su cuerpo sobre el mío, incrustarme dentro de ella. Me aparta cuando me acerco, pero insisto, necesito de su ser tanto que se me hace imposible el pensar no estar cerca de ella, con ella, siempre.
Tengo que tenerla, no sé cómo, pero he de hacerlo.