domingo, 28 de febrero de 2010

Cuento 7


Llegó el invierno, y con él, el crudo frió, la nieve y el hielo. El oso en su madriguera, preparado ya, se dispuso a iniciar la hibernación. Resultaba agradable aquel primer sopor y entumecimiento mientras la realidad desaparecía y un mundo de fantasía se abría.

Y comenzó a soñar:

Caminaba por un bosque, robles y hayas se extendían a su alrededor, grandes y fuertes. Un manto de verde hierba crujía bajo sus pasos. El suave murmullo de un río se oía en la lejanía acompañado del chapoteo de sus peces. Un rico olor a miel envolvía el lugar. ¡MIEEEEEL¡ Corrió hacia ella siguiendo el rastro a través de su olfato.

Un inmenso estanque repleto de dulce miel se abrió ante sus ojos. ¡MIEEEL¡

Comió y comió hasta que sus mandíbulas y su estómago no pudieron más, se sumergió en aquel estanque, todo su cuerpo estaba impregnado de aquel dulce manjar mientras gruñidos de placer surgían de su garganta.

MIEEEEL, MIEEEEEL, MIEEEEL.


De pronto un desagradable hormigueo recorrió su cuerpo, el estanque comenzó a desaparecer junto con los robles y las hayas que lo rodeaban.

Abrió los ojos, comenzó a levantarse, despacio, lento emitiendo suaves gruñidos de queja y salió de su madriguera. La primavera había llegado, el suave aroma a flores frescas envolvía el lugar, respiró profundamente y sintió hambre.

Mi pregunta es: La miel existe realmente pero...... ¿será tan dulce como la soñada?

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