domingo, 28 de febrero de 2010

Cuento 8


Tenía 10 años y un pequeño cuaderno azul que iba siempre conmigo.
Compartía mi pupitre con un compañero risueño y afable que se llamaba Enrique. Durante las clases de Sociales en las que un profesor de gran barba nos leía la lección me dedicaba a escribir en mi cuaderno azul historias sobre marcianos con increíbles naves espaciales que venían a nuestra clase para llevarnos a explorar planetas misteriosos. A Enrique le divertían mucho.

Un día en clase de pretecnología enfrascada en conseguir que el cenicero para el día de la madre fuera lo suficientemente redondo, una de mis amigas se acerco y me dijo:

- Enrique ha cogido tu cuaderno azul y se lo ha leído a toda la clase.

Durante una semana mi madre me obligó a volver al colegio mientras yo le pedía por favor quedarme en casa. Nadie hablaba de mis marcianos, ni de sus naves espaciales, ni de las aventuras en planetas misteriosos. Sus cabecitas infantiles solo habían procesado una información que se dedicaron a transmitir de boca en boca por todo el colegio. Una pequeña frase escondida entre las demás.

“Me gusta Dani, es el chico mas guapo de toda la clase”.

La prensa rosa surte efecto hasta en las edades más tempranas.

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