Índice
Algo está fallando.
He observado cambios en algunas de mis obras, pequeños, pero que pueden llegar a destruir parte de lo que
con tanto esmero y ahínco he ido componiendo.
El primero, hará un par de semanas. Estela, mi muñeca número tres.
A simple vista apenas perceptible pero para su creador resultó más que
evidente. Esbozó una ligera sonrisa mientras tomaba el café del descanso
matinal. Una pequeña y minúscula sonrisa, un leve movimiento de la comisura de
sus labios, unas décimas de segundo mientras removía el café absorta en sus
pensamientos.
Podría considerarse una simple expresión nostálgica recordando su vida
pasada, aquella en la que Estela era una madre coraje, combativa, orgullosa de
su descendencia y entregada por completo al cuidado de la misma. Pero no. El
movimiento de su boca iba acompañado por un brillo inusual en sus ojos.
Estela trabaja en mi empresa, en la primera planta, reparé en ella un día
en la cafetería mientras sostenía una animada charla con sus compañeros.
Abandonada por su marido, con dos hijos pequeños y sin ningún tipo de ayuda,
afrontó todo con un espíritu de lucha y ánimo de superación ampliamente
valorado por su entorno. Estela, la que consiguió sacar a sus hijos adelante y
que con orgullo de madre presumía constantemente de los logros que obtenían. Yo
solo veía una perfecta compañera de la Soledad, a la que esta, aun, no había
conseguido alcanzar.
Resultó sumamente costosa, muy difícil, laboriosa, conllevo un gran
esfuerzo y dedicación exclusiva durante mucho tiempo. Ya venía con defectos de
fábrica, y por tanto, tuve que, pacientemente, esperar, e incluso ayudar a
remendar, para comenzar después, desde el principio, a modelarla a mi gusto.
Descubrí todo su pasado, sentándome en la mesa más próxima a la suya,
durante los descansos laborales. Es increíble la cantidad de datos que puedes recoger
de una persona, escuchando sus conversaciones con otras, y Estela, hablaba
muchísimo. Nunca he tenido contacto directo con ella, toda mi obra fue llevada
a cabo por medio de intermediarios que transmitían mis instrucciones, de ahí la
complejidad de la misma.
Aquella información que recibía durante apenas unos treinta minutos
diarios era ampliada y completada con pequeñas indagaciones encubiertas con
sonrisas, confidencias que me
hacían las personas que la rodeaban. Si
quieres saber algo de alguien, vete a uno de sus compañeros y coméntale alguna
noticia, algún suceso que te haya sorprendido, al final siempre acabará
apareciendo el famoso “Pues yo tengo una amiga a la que le pasó algo parecido y
que…”
Rastros, pistas que utilicé para poder ir creando y que al final dieron
sus frutos cuando por fin aquellos hijos solicitaron un cambio de custodia,
mientras Estela perpleja veía como sus adorados la abandonaban y se iban con un
padre que de pronto se convertía en un ídolo, que ella perfectamente sabía,
solo estaba hecho de barro.
Todo ello, apoyado por el informe de un profesional, que aconsejaba dicho
cambio, debido al estado anímico y poco apropiado en el que se encontraba la
madre de aquellos niños (ya adolescentes), y que no resultaba recomendable para
el desarrollo de sus personalidades. Un
entorno familiar poco adecuado, decía el buen Doctor.
Lo que se puede conseguir con unas simples llamadas telefónicas
realizadas de forma persistente durante un periodo prolongado de tiempo.
Pero centrémonos en los hechos.
Quizás he descuidado un tanto mis obras, tan sumergido he estado en la
creación de la última, incluso tras la finalización decidí tomar un descanso,
que posiblemente en otro momento estos cambios no se hubieran producido, el ser
humano tiene un instinto de supervivencia muy arraigado y en consecuencia se
regenera con facilidad por lo que mis obras requieren de un mantenimiento
continuado.
Si, considero el descuido como la razón para este contratiempo.
María, la empresaria arruinada, me sorprendió con una documentación en
sus manos del Ministerio de Trabajo sobre la formación de nuevas empresas.
Jorge, el gran acomplejado, corrió las cortinas de su habitación para que
entrara la luz del sol en ella. Incluso mi muñequito Damián hace tres días,
clavó su mirada en mí mientras cuestionaba nuestra relación, preguntándome si
realmente éramos amigos. Peligroso. Inmediatamente corregí aquello utilizando
uno de mis mejores gestos para decirle “¿Cómo puedes plantearme algo así
después de tantos años?”.
No debo preocuparme, volveré a ellos y me encargaré de pulirlos para que
de nuevo brillen en mi estantería.
Lo único que me inquieta es que no logró dar con mi última obra, ha
desaparecido sin dejar rastro. ¿Dónde estás mi pequeña Sirena? ¿En qué lugar te
has escondido?
No hay comentarios:
Publicar un comentario