EL EXPLORADOR Y LA SIRENA
Primero
llega la Desesperación.
Es de
esperar.
La falta de
mi compañera, resulta un claro llamamiento a la señora del manto envolvente y
el ruido ensordecedor que la escolta.
Atraída por
el vacío que deja la esperanza, se presenta.
Ella, la
pérfida soga, la ilustre dama del garrote vil, aprisionadora insistente de la
que no consigues liberarte.
Ella, la que
canta una balada acompañada del horror de su melodía, repitiendo esa letra de
forma constante y monótona.
¿Por qué?,
¿por qué?, por qué?
Le suplico
que cese en su empeño, que me deje desaparecer, pero no, continua, enrollándose como una serpiente utilizando
sus anillos del desasosiego.
Mis ruegos
incluso parecen engrandecerla, más aún al comprender que no encontrará ningún
tipo de resistencia.
Más oscura,
más siniestra, alcanzando su plenitud. Llegando al paroxismo extremo y absoluto
de su victoria.
Es entonces
cuando llama a sus hijos, el Dolor y el Sufrimiento, sus discípulos más
aventajados, sus vástagos gemelos inseparables, no hay uno sin el otro.
Y comienzan
a divertirse.
Soy un Te
quiero, ese sentimiento fuerte y sincero, ¿por qué no puedo desaparecer?.
El tiempo se
detiene.
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